sábado, 4 de marzo de 2017

Textos para 5º

U1.
a.   
     a) K. JASPERS: La filosofía


Según el filósofo alemán Karl Jaspers, la fuente de la actitud filosófica es múltiple:
(1) del ASOMBRO sale la pregunta y el conocimiento;
de la DUDA acerca de lo conocido, el examen crítico y la certeza;
de las SITUACIONES LÍMITE y de la conciencia de estar perdido, la cuestión de su propio ser.

(1)  Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos “hacen partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste”. Este espectáculo nos ha “dado el impulso de investigar el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales”. Y Aristóteles afirma: “Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo”.
El admirarse impulsa a conocer. En la admiración se toma conciencia de no saber. Se busca el saber no “para satisfacer ninguna necesidad común”, sino el saber mismo.
(2) Una vez satisfecho el asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. Los conocimientos se acumulan, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan contradicciones insolubles.
La frase de Descartes “pienso, luego existo” era para él indudablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás; pues ni siquiera el perfecto engaño puede engañarme acerca de mi existencia.
La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento, de toda certeza.
(3)El hombre es un ser en situación, nos encontramos siempre en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si estas no se aprovechan, no vuelven más. Puedo trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra con un velo su poder sobrecogedor; no podemos menos de morir,  ni de padecer, ni de luchar, estamos sometidos al acaso, nos  hundimos inevitablemente en la culpa. A estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Son situaciones de las que no podemos salir y no podemos alterar.
La conciencia  de estas situaciones límites es, después del asombro y la duda, el origen, más profundo aún, de la filosofía.



b.    El valor de la filosofía: Bertrand Russell (Los problemas de la Filosofía)



    
     Así, la incertidumbre de la filosofía es, en una gran medida, más aparente que real; los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se han colocado en las ciencias, mientras que sólo los que no la consienten actualmente quedan formando el residuo que denominamos filosofía. Sin embargo, esto es sólo una parte de la verdad en lo que se refiere ala incertidumbre de la filosofía. Hay muchos problemas —y entre ellos los que tienen un interés más profundo para nuestra vida espiritual— que, en los límitesde lo que podemos ver, permanecerán necesariamente insolubles para elintelecto humano, salvo si su poder llega a ser de un orden totalmente diferente de lo que es hoy. ¿Tiene el Universo una unidad de plan o designio, o es una fortuita conjunción de átomos? ¿Es la conciencia una parte del Universo que dala esperanza de un crecimiento indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en el cual la vida acabará por hacerse imposible? ¿El bien y el mal son de alguna importancia para el Universo, o solamente para el hombre? La filosofía plantea problemas de este género, y los diversos filósofos contestan a ellos de diversas maneras. Pero parece que, sea o no posible hallarles por otro lado una respuesta, las que propone la filosofía no pueden ser demostradas como verdaderas. Sin embargo, por muy débil quesea la esperanza de hallar una respuesta, es una parte de la tarea de lafilosofía continuar la consideración de estos problemas, haciéndonosconscientes de su importancia, examinando todo lo que nos aproxima a ellos, ymanteniendo vivo este interés especulativo por el Universo, que nosexpondríamos a matar si nos limitáramos al conocimiento de lo que puede ser establecido mediante un conocimiento definitivo. Verdad es que muchos filósofos han pretendido que la filosofía podíaestablecer la verdad de determinadas respuestas sobre estos problemasfundamentales. Han supuesto que lo más importante de las creenciasreligiosas podía ser probado como verdadero mediante una demostraciónestricta. Para juzgar sobre estas tentativas es necesario hacer un examen delconocimiento humano y formarse una opinión sobre sus métodos ylimitaciones. Sería imprudente pronunciarse dogmáticamente sobre estasmaterias; pero si las investigaciones de nuestros capítulos anteriores no nos han extraviado, nos vemos forzados a renunciar a la esperanza de hallar una prueba filosófica de las creencias religiosas. Por lo tanto, no podemos alegar como una prueba del valor de la filosofía una serie de respuestas a estas cuestiones. Una vez más, el valor de la filosofía no puede depender de un supuesto cuerpo de conocimientos seguros y precisos que puedan adquirir los que la estudian.  
De hecho, el valor de la filosofía debe ser buscado en una, larga medida en su real incertidumbre. El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía, vapor la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a hacerse preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan problema alguno, y las posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas. Desde el momento en que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como hemos visto en nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios conducen a problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas. La filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la regiónde la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.Aparte esta utilidad de mostrarnos posibilidades insospechadas, la filosofía tiene un valor —tal vez su máximo valor— por la grandeza de los objetos que contempla, y la liberación de los intereses mezquinos y personales que resultan de aquella contemplación. La vida del hombre instintivo se halla encerrada en el círculo de sus intereses privados: la familia y los amigos pueden incluirse en ella, pero el resto del mundo no entra en consideración, salvo en lo que puede ayudar o entorpecer lo que forma parte del círculo de los deseos instintivos. Esta vida tiene algo de febril y limitada. En comparación con ella, la vida del filósofo es serena y libre. El mundo privado, de los intereses instintivos, es pequeño en medio de un mundo grande y poderoso que debe, tarde o temprano, arruinar nuestro mundo peculiar. Salvo si ensanchamos de tal modo nuestros intereses que incluyamos en ellos el mundo entero, permanecemos como una guarnición en una fortaleza sitiada, sabiendo que el enemigo nos impide escapar y que la rendición final es inevitable. Este género de vida no conoce la paz, sino una constante guerra entre la insistencia del deseo y la importancia del querer. Si nuestra vida ha de ser grande y libre, debemos escapar, de uno u otro modo, a esta prisión y a esta guerra.Un modo de escapar a ello es la contemplación filosófica. Lacontemplación filosófica, cuando sus perspectivas son muy amplias, no divide el Universo en dos campos hostiles: los amigos y los enemigos, lo útil y lo adverso, lo bueno y lo malo; contempla el todo de un modo imparcial. ….

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U2. GNOSEOLOGÍA

a) Conocimiento y su posibilidad.

Preguntas como: “¿Qué es el conocimiento?”, “¿En qué se funda el conocimiento?”, “¿Cómo es posible el conocimiento?”, etc., pertenecen a una disciplina filosófica llamada de varios modos: “Teoría del conocimiento”, “crítica del conocimiento”, “gnoseología”, etc.
( . . . )
El problema – y los problemas – del conocimiento han sido tratados por casi todos los filósofos, pero la importancia que ha adquirido la teoría del conocimiento como disciplina filosófica especial es asunto relativamente reciente. Los griegos introdujeron en la literatura filosófica, y con un sentido preciso, los términos que nos sirven todavía para designar nuestra disciplina: los vocablos gnosis
( “conocimiento” ) y episteme ( “ saber” , traducido a veces asimismo por “ciencia” ).
La pregunta “¿Qué es el conocimiento?” fue a menudo formulada entre los griegos en estrecha relación con la pregunta “¿Qué es la realidad?”.
( . . . )
Fenomenología del conocimiento.- En el sentido muy amplio de “pura descripción de lo que aparece o de lo que es inmediatamente dado”, la fenomenología del conocimiento se propone poner de manifiesto el “fenómeno” o el “proceso” del conocer. Se ha intentado hacer esto independientemente de, y previamente a, cualesquiera interpretaciones del conocimiento y cualesquiera explicaciones que puedan darse de las causas del conocer. Por tanto, la fenomenología del conocimiento no es una descripción genética y de hecho, sino “pura”. Lo único que tal fenomenología aspira a poner en claro es lo que significa ser objeto del conocimiento, ser sujeto del conocimiento, aprehender el objeto, etc.
Un resultado de tal fenomenología parece obvio: conocer es lo que tiene lugar cuando un sujeto ( llamado “cognoscente” ) aprehende un objeto ( llamado “objeto del conocimiento” y, para abreviar, simplemente “objeto” ).
Sin embargo, el resultado no es ni obvio ni tampoco simple.
Por lo pronto, la pura descripción del conocimiento pone de relieve la indispensable co—existencia, co – presencia, y, en cierto modo, co – operación de dos elementos que no son admitidos por el mismo grado de necesidad por todas las filosofías.
En efecto, algunas filosofías insisten en el primado del objeto ( realismo en general ) ; otras, en el primado del sujeto ( idealismo en general ); otras, en la equiparación de sujeto y objeto.
La fenomenología del conocimiento no reduce ni tampoco equipara. Reconoce la necesidad del sujeto y del objeto sin precisar en qué consiste cada uno de ellos; sin detenerse en averiguar la naturaleza de cada uno de ellos o de cualquier supuesta realidad previa a ellos o consistente en la fusión de ellos.
Conocer es, pues, fenomenológicamente hablando, “ aprehender” , es decir, el acto por el cual un sujeto aprehende un objeto.
El objeto debe ser, por lo menos en el plano del conocimiento, trascendente al sujeto, pues de lo contrario, no habría aprehensión de algo exterior: el sujeto se aprehendería a sí mismo.
Decir que el objeto es trascendente al sujeto no significa, sin embargo, todavía decir que hay una realidad independiente de todo sujeto: no se adopta aquí ni una posición realista ni una idealista. Al aprehender el objeto, éste está de alguna manera “en” el sujeto. No está en él, sin embargo, ni física ni metafísicamente: está en él sólo “representativamente”. Por eso decir que el sujeto aprehende el objeto equivale a decir que lo representa. Cuando lo representa tal como el objeto es, el sujeto tiene un conocimiento verdadero del objeto; cuando no lo representa tal como es, el sujeto tiene un conocimiento falso del objeto.
El sujeto y el objeto de que aquí se habla son, pues, “el sujeto gnoseológico” y “el objeto gnoseológico”, no los sujetos y objetos “reales”, “físicos” o “metafísicos”. Por eso el tema de la fenomenología del conocimiento es la descripción del acto cognitivo como acto de conocimiento válido, no la explicación genética de dicho acto o su interpretación metafísica.
Respuestas al problema de la posibilidad del conocimiento.

Relativismo ( del latín relativus, relativo, de referre, llevar algo a su punto de partida ).
Afirmación de que todo conocimiento o todo valor moral dependen esencialmente del punto de vista del sujeto que los tiene. Hay relativismo cuando la dependencia del punto de vista subjetivo es total. Sus dos especies clásicas son el relativismo epistemológico y el relativismo ético.
El primero defiende que no hay verdades universalmente válidas e independientes de la apreciación de los sujetos; el segundo niega que existan normas morales universalmente válidas. La consecuencia es que tanto el mundo del conocimiento como el de la moral dependen de diversos condicionamientos, que pueden ser el individuo, la sociedad o la cultura, ya sea en el aspecto psicológico, sociológico o histórico.
Comparado con el escepticismo, el relativismo afirma menos. El escepticismo afirma que no hay verdades o, si las hay, son escasas. El relativismo sostiene que las verdades tienen un valor relativo al – en dependencia con – el sujeto. El relativismo se distingue del subjetivismo en que éste establece una dependencia directa entre el conocimiento o el valor y la consideración del sujeto; mientras que el relativismo hace depender el conocimiento o el valor de factores externos al sujeto. En la práctica se identifican, porque en la expresión “el hombre es la medida de todas las cosas” – quintaesencia del relativismo – el término “hombre” ocupa el lugar del sujeto pensante y el lugar de la historia cultural de este mismo sujeto pensante.
Aparte de las dos mencionadas, las ciencias sociales destacan la importancia de otras clases de relativismo: el relativismo conceptual y el relativismo perceptivo. El primero hace referencia al modo como la conceptualización de la experiencia del mundo es diversa en las diversas culturas, y así como en el mundo occidental se recurre a conceptos de espacio, tiempo, causa, persona, y similares para clasificar los objetos de experiencia, en otros ámbitos culturales no sólo no se recurre a los mismos conceptos sino que hasta se carece de conceptos tan fundamentales como parece ser el de persona, o identidad personal. La variación, pues, en los esquemas conceptuales parece ser o lleva a una forma de relativismo.
De la misma manera, si es verdad que la percepción ha de explicarse más como una forma de imponer orden a la experiencia que como un simple descubrimiento de qué tipos de objetos nos brinda, lo que se llama mundo real es ante todo la manera como entedenmos nosotros, y constituímos, lo que es el mundo.
La llamada “hipótesis lingüística de Sapir – Whorf “ supone precisamente esta forma de relativismo.

Escepticismo. 
El verbo griego “skeptomái” significa “mirar cuidadosamente” ( una cosa o en torno ), “vigila”, “examinar atentamente”. Según ello, el vocablo “escéptico” significa originariamente “el que mira o examina cuidadosamente”.
“Escepticismo” significa entonces “la tendencia a mirar cuidadosamente” ( se entiende, antes de pronunciarse sobre nada o antes de tomar ninguan decisión ).
El fundamento de la actitud escéptica es la cautela, la circunspección.
El escepticismo como doctrina filosófoca tiene dos aspectos: uno teórico y otro práctico.
Desde el punto de vista teórico, el escepticismo es una doctrina del conocimiento según la cual no hay ningún saber firme, ni puede encontrarse nunca ninguna opinión absolutamente segura.
Escepticismo.- ( En diccionario Herder de filosofía ).
( Del griego “skeptomai” , “investigar atentamente”, o simplemente de “skeptesthai” , “investigar” )
Concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en principio, que la mente humana no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas.
Un escepticismo extremo o absoluto sostendría que no existe ningun enunciado objetivamente verdadero para la mente humana, o la imposibilidad total de justificar afirmaciones verdaderas; de este escepticismo se suele decir que se refuta a sí mismo o que es imposible, puesto que se niega en su propia afirmacion. El escepticismo moderado o relativo sostiene que son pocos los enunciados objetivamente verdaderos, o bien, establece dudas razonadas sobre la capacidad de la mente humana de poder conocer las cosas y , por lo mismo, la somete a examen. Este relativismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo. Históricamente, las afirmaciones de escepticismo moderado aparecen tanto en épocas de decadencia cultural o cansancio intelectual, como de renovación e ilustración, y la historia misma de la filosofía occidental alterna épocas de escepticismo y dogmatismo. La duda metódica y el espíritu crítico o el rigor científico son manifestaciones prácticas de un escepticismo moderado.

Dogmatismo.
El sentido en que se usa en filosofía el término “dogmatismo” es distinto del que se usa en religión. En esta última el dogmatismo es el conjunto de los dogmas, los cuales son considerados ( en muchas iglesias cristianas por lo menos , y en particular en el catolicismo ) como proposiciones pertenecientes a la palabra de Dios y propuestas por la Iglesia. Los dogmas no estan necesariamente ligados a un sistema filosófico, bien que se reconoce que hay sistemas filosóficos opuestos al espíritu del dogma.
Filosóficamente, en cambio, el vocablo “dogma” significó primitivamente “opinión”. Se trataba de una opinión filosófica, esto es, de algo que se refería a los principios. Por eso el término “dogmático” , significó “relativo a una doctrina” o “fundado en principios”. Ahora bien, los filósofos que insistían demasiado en los principios terminaban por no prestar atención a los hechos o a los argumentos ( especialmente a los hechos o argumentos que pudieran poner en duda tales principios). Tales filósofos no consagraban su actividad a la observación o al examen, sino a la afirmación. Fueron llamados por
ello “ filósofos dogmáticos”, a diferencia de los “filósofos examinadores” o “escépticos”.
Se habló por ello tambien de escuela dogmática, esto es, la que propugnaba no el escepticismo ( en cuanto examen libre de prejuicios ) sino el dogmatismo.
Examinaremos aquí la nocion de dogmatismo especialmente en la teoría del conocimiento. El dogmatismo se entiende principalmente en tres sentidos:
1) como la posición propia del realismo ingenuo, que admite no sólo la posibilidad de conocer las cosas en su ser verdadero ( o en sí ), sino también la efectividad de este conocimiento en el trato diario y directo de las cosas.
2) Como la confianza absoluta en un órgano determinado de conocimiento ( o supuesto conocimiento) , principalmente la razón.
3) Como la completa sumisión sin examen personal a unos principios o a la autoridad que los impone o revela.
En filosofía se entiende generalmente el dogmatismo como una actitud adoptada en el problema de la posibilidad del conocimiento, y , por lo tanto, comprende las dos primeras acepciones. Sin embargo, la ausencia del examen crítico se revela también en ciertas formas tajantes de escepticismo y por eso se dice que ciertos escépticos son, a su modo, dogmáticos. El dogmatismo absoluto del realismo ingenuo no existe propiamente en la filosofía que comienza siempre con la pregunta acerca del ser verdadero y, por lo tanto, busca este ser mediante un examen crítico de la apariencia. Tal sucede no solamente en el llamado dogmatismo de los primeros pensadores griegos, sino también en el dogmatismo racionalista del siglo XVII, que desemboca en una gran confianza en la razón pero después de haberla sometido a examen. Como posición gnoseológica, el dogmatismo se opone al criticismo mas bien que al escepticismo.


(Artículos en Diccionarios filosóficos Ferrater Mora y Herder)

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b) Ensayo sobre el entendimiento humano: J. Locke




Locke dedica su primer libro a argumentar en contra de la existencia de ideas innatas y anunciar su tesis principal, que defenderá más adelante, según la cual todas nuestras ideas provienen de la experiencia.
"Un niño no sabe que tres más cuatro son igual a siete hasta que puede contar hasta siete y posee el nombre y la idea de igualdad, y sólo entonces, cuando se les explican esas palabras, admite aquella proposición o, mejor dicho, percibe su verdad. Pero no es que asienta a ella de buena gana, porque se trate de una verdad innata; ni tampoco que su asentimiento faltase hasta entonces por carecer de uso de razón, sino que la verdad se hace patente tan pronto como ha establecido en su mente las ideas claras y los distintos significados de aquellos nombres. Y es entonces cuando conoce la verdad de esa proposición con el mismo fundamento y con los mismos medios por los que conocía antes que una vara y un cerezo no son la misma cosa, y por lo que también llegara a conocer más tarde que una misma cosa sea y no sea a la vez, como demostraremos más adelante de manera detallada. De esta forma, mientras más tarde llegue alguien a tener esas ideas generales a las que se refieren estos principios, o a conocer el significado de esos términos generales que las nombran, o a relacionar en su mente las ideas a las que se aluden, más tarde será, asimismo, cuando se llegue a sentir a esos principios cuyos términos, junto con las ideas que nombran, no siendo más innatos que pueden serlo las ideas de gato, o de rueda, tendrán que esperar a que el tiempo y la observación los hayan familiarizado con ellas. Sólo entonces tendrá la capacidad de conocer la verdad de esos principios, al ofrecerse la primera ocasión de relacionar con su mente esas ideas, y observar si concuerdan o difieren, según el modo en que se expresan con aquellas proposiciones."

Locke trata de explicar cómo el entendimiento llega a formarse todas sus ideas a partir de la experiencia. Usa el término idea para referirse a cualquier contenido mental. Las ideas las clasifica en ideas de sensación e ideas de reflexión:
Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión. "Supongamos, entonces, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde se hace la mente con ese prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación del hombre ha pintado en ella, en una variedad casi infinita? ¿De dónde saca todo ese material de la razón y del conocimiento? A esto contesto con una sola palabra: de la experiencia; he allí el fundamento de todo nuestro conocimiento, y de allí es de donde en última instancia se deriva. Las observaciones que hacemos acerca de los objetos sensibles externos o acerca de las operaciones internas de nuestra mente, que percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Éstas son las dos fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que tenemos o que podamos naturalmente tener." 

Los objetos de la sensación, uno de los orígenes de las ideas. "En primer lugar, nuestros sentidos, que tienen trato con objetos sensibles particulares, transmiten respectivas y distintas percepciones de cosas a la mente, según los variados modos en que esos objetos los afectan, y es así como llegamos a poseer esas ideas que tenemos del amarillo, del blanco, del calor, del frío, de lo blando, de lo duro, de lo amargo, de lo dulce, y de todas aquellas que llamamos cualidades sensibles. Cuando digo que eso es lo que los sentidos transmiten a la mente, quiero decir que ellos transmiten desde los objetos externos a la mente lo que en ella produce aquellas percepciones. A esta gran fuente que origina el mayor número de las ideas que tenemos, puesto que dependen totalmente de nuestros sentidos y de ellos son transmitidas al entendimiento, la llamo sensación." 

Las operaciones de nuestra mente, el otro origen de las ideas. "Pero, en segundo lugar, la otra fuente de donde la experiencia provee de ideas al entendimiento es la percepción de las operaciones interiores de nuestra propia mente al estar ocupada en las ideas que tiene; las cuales operaciones, cuando el alma reflexiona sobre ellas y las considera, proveen al entendimiento de otra serie de ideas que no podrían haberse derivado de cosas externas: tales son las ideas de percepción, de pensar, de dudar, de creer, de razonar, de conocer, de querer y de todas las diferentes actividades de nuestras propias mentes, de las cuales, puesto que tenemos de ellas conciencia y podemos observarlas en nosotros mismos, recibimos en nuestro entendimiento ideas tan distintas como recibimos de los cuerpos que afectan a nuestros sentidos. Esta fuente de ideas la tiene todo hombre en sí mismo, y aunque no es un sentido, ya que no tiene nada que ver con objetos externos, con todo se parece mucho y puede llamársele con propiedad sentido interno. Pero, así como a la otra la llamé sensación, a ésta la llamo reflexión, porque las ideas que ofrece son sólo aquellas que la mente consigue al reflexionar sobre sus propias operaciones dentro de sí misma. Por lo tanto, en lo que sigue de este discurso, quiero que se entienda por reflexión esa advertencia que hace la mente de sus propias operaciones y de los modos de ellas, y en razón de los cuales llega el entendimiento a tener ideas acerca de tales operaciones. Estas dos fuentes, digo, a saber: las cosas externas materiales, como objetos de sensación, y las operaciones internas de nuestra propia mente, como objetos de reflexión, son, para mí, los únicos orígenes de donde todas nuestras ideas proceden inicialmente. Aquí empleo el término “operaciones” en un sentido amplio para significar, no tan sólo las acciones de la mente respecto a sus ideas, sino ciertas pasiones que algunas veces surgen de ellas, tales como la satisfacción o el desasosiego que cualquier idea pueda provocar." 

Todas nuestras ideas son o de la una o de la otra clase. "Me parece que el entendimiento no tiene el menor vislumbre de alguna idea que no sea de las que recibe de unos de esos dos orígenes. Los objetos externos proveen a la mente de ideas de cualidades sensibles, que son todas esas diferentes percepciones que producen en nosotros: y la mente provee al entendimiento con ideas de sus propias operaciones. Si hacemos una revisión completa de todas estas ideas y de sus distintos modos, combinaciones y relaciones, veremos que contienen toda la suma de nuestras ideas, y que nada tenemos en la mente que no proceda de una de esas dos vías. Examine cualquiera sus propios pensamientos y hurgue a fondo en su propio entendimiento, y que me diga, después, si todas las ideas originales que tiene allí no son de las que corresponden a objetos de sus sentidos, o a operaciones de su mente, consideradas como objetos de su reflexión. Por más grande que se imagine el cúmulo de los conocimientos alojados allí, verá, si lo considera con rigor, que en su mente no hay más ideas que las que han sido impresas por conducto de una de esas dos vías, aunque, quizá, combinadas y ampliadas por el entendimiento con una variedad infinita, como veremos más adelante."
Por otra parte, Locke divide las ideas en simples y complejas. Son ideas simples de sensación los colores, los sabores, los sonidos, el calor y el frío, la solidez, etc.; ejemplos de ideas simples de reflexión son la idea de percepción o la de volición, pero también hay ideas simples que proceden simultáneamente de la sensación y de la reflexión, como las ideas de placer y de dolor. A partir de las ideas simples, la mente, siempre según Locke, se forma ideas complejas por distintos procedimientos de combinación.

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D. Hume. 
HUME y el EMPIRISMO  (tomado de Obiols: Lógica y Filosofía)
Mientras en  Europa continental se desarrolla el racionalismo, en Inglaterra crece vigorosamente otra rama de la filosofía moderna: el empirismo. Según el empirismo, el conocimiento se halla fundado en la experiencia, en última instancia, se entiende algún tipo de información sensorial. Para los empiristas no hay ideas innatas, por el contrario, la conciencia es una tabla rasa, un papel en blanco por escribir y quien escribe es la experiencia; por lo cual todo saber (conocimiento) proviene de la experiencia y se produce por abstracción (ideas, conceptos) Se piensa que la experiencia es la única fuente de verdad y de saber y, según algunos, la única fuente del pensamiento mismo.
 La escuela empirista británica incluye a F. Bacón, (1561- 1626)  contemporáneo de Descartes, a J. Locke, G. Berkeley, David Hume (1711 – 1776)
El método que Locke y Hume siguieron era muy simple. Se hacían dos preguntas: ¿Cuáles son los materiales de los que está provista la mente? y ¿qué usos puede hacer de ellos? La respuesta de Hume a la primer pregunta, es que el material consta de percepciones, clasificadas en las dos categorías de impresiones e ideas.. Los materiales básicos de los que se nutre el conocimiento son percepciones de la mente. Estas percepciones son impresiones, si son sensaciones o sentimientos (por ejemplo, oír, ver, sentir, amar, odiar, desear, querer), y son percepciones vivaces e intensas; o son ideas, si son recuerdos o imaginaciones de sensaciones. Las ideas son siempre débiles y oscuras, y son copias de las impresiones. Las palabras, a su vez, representan a las ideas, por lo que, para saber si una palabra tiene significado, hay que averiguar cuál es la idea que representa, y se conoce la idea averiguando la impresión de donde procede. Toda idea deriva, por tanto, de una impresión y, por lo mismo, no hay ideas innatas

Hume comienza el Tratado...  estableciendo esta distinción entre impresiones e ideas. Como fue dicho las primeras están dadas por las sensaciones de cualquier tipo que experimentamos, las segundas son las huellas que quedan de las primeras en el pensamiento. Hume estableció una segunda distinción entre ideas simples e ideas complejas. La mente posee cierta tendencia natural a la asociación de ideas, cuyo resultado principal es la constitución de ideas complejas. La idea de sustancia es, por ejemplo, una idea compuesta por asociación: no se deriva de ninguna impresión, interna o externa; no es más que «la colección de ideas simples unidas por la imaginación», que atribuye el conjunto de características a algo desconocido, como si fuera su soporte permanente. La impresión o idea de “rojo” es simple, mientras que la impresión o idea de manzana es compleja. El criterio que emplea para distinguir entre unas y otras es la indivisibilidad de las primeras frente a las separaciones que se pueden efectuar en las segundas. A partir de estos conceptos básicos, pasa a estudiar las relaciones entre impresiones e ideas y lo primero que le parece digno de destacar es la extraordinaria semejanza entre impresiones e ideas en todos los aspectos excepto en cuanto a su fuerza y vivacidad: las impresiones son más fuertes y vivaces que las ideas. Sin embargo, el parecido  entre impresiones e ideas complejas puede no tener similitud. Así por ejemplo, puedo tener la idea compleja de una montaña de oro, sin que haya tenido la impresión  correspondiente. Pero en cuanto a las ideas simples, siempre se asemejan a las impresiones simples y nunca hay una idea simple para la cual no encuentre la correspondiente impresión. Las ideas simples siempre derivan de impresiones simples, de las que no son más que una copia débil. No hay ideas innatas, ni tampoco hay ideas universales, las ideas son tan singulares como las impresiones de las que proceden.
Hume también habla de la memoria, la cual concibe como de una facultad por medio de la cual repetimos nuestras impresiones, aunque desde luego no es posible, en su opinión, repetir literalmente una impresión. El distingue entre las ideas de la memoria y las ideas de la imaginación, ambas deben derivar de impresiones previas, pero la memoria preserva la forma original en que le fueron presentados sus objetos así como el orden en que ocurrieron, la imaginación es libre de disponer contrapartidas de éstas en cualquier orden y combinarlas de cualquier manera que le plazca

   Lo que sostiene Hume definitivamente, frente a las pretensiones del racionalismo, es que el conocimiento de la naturaleza debe fundarse exclusivamente en las impresiones que de ella tenemos. De esta conclusión, en sentido estricto, se deriva el fenomenismo: el hombre no puede conocer o saber nada del universo; sólo conoce sus propias impresiones e ideas y las relaciones que establece entre ellas por hábito, costumbre, principio de asociación o sentimientos de la mente. Los poderes de la razón son, pues, sumamente limitados..El principio que Hume ha sostenido, la prioridad de las impresiones sobre las ideas, se constituye en el principio fundamental del empirismo, y en el criterio de verdad de las ideas, una idea debe corresponder en última instancia a una impresión.
Es interesante comparar el estilo de Hume con el Descartes para observar las diferentes metodologías del empirismo y del racionalismo. Hume, para probar su tesis de que las ideas son copias débiles de las impresiones, acude a multitud de ejemplos particulares para establecer inductivamente la conclusión general. Descartes en cambio procede por vía deductiva buscando una verdad indubitable, una vez encontrada “Pienso luego existo” prosigue del mismo modo, es decir, mediante la deducción para demostrar la existencia de Dios y del mundo.
  Mientras el empirismo pretende extraerlo todo de la experiencia y, por tanto del mundo exterior, el racionalismo lo busca todo en la razón y su capacidad de introspección, de análisis reflexivo y deducción.
David Hume: ideas e impresiones

Todas las ideas, especialmente las abstractas, son naturalmente débiles y oscuras. La mente no tiene sino un dominio escaso sobre ellas; tienden fácilmente a confundirse con otras ideas semejantes; y cuando hemos empleado muchas veces un término cualquiera, aunque sin darle un significado preciso, tendemos a imaginar que tiene una idea determinada anexa. En cambio, todas las impresiones, es decir, toda sensación -bien externa bien interna-, es fuerte y vivaz: los límites entre ellas se determinan con mayor precisión, y tampoco es fácil caer en error o equivocación con respecto a ellas. Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea alguna [como ocurre con demasiada frecuencia, no tenemos más que preguntarnos de qué impresión se deriva esta supuesta idea, y si es imposible asignarle una; esto serviría para confirmar nuestra sospecha.
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Investigación sobre el conocimiento humano, Sección 2 (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., p. 37).

David Hume: principios de la asociación de ideas

Nuestra imaginación tiene una gran autoridad sobre nuestras ideas; y no hay ideas, que siendo diferentes entre sí, ella no pueda separar, y juntar, y componer en todas las variedades de la ficción. Pero pese al imperio de la imaginación, existe un secreto lazo o unión entre ciertas ideas particulares que es causa de que la mente las conjunte con mayor frecuencia, haciendo que la una, al aparecer, introduzca a la otra. De aquí surge lo que llamamos el apropos del discurso: de aquí la conexión de un escrito: y de aquí ese hilo, o cadena de pensamiento, que un hombre mantiene incluso con el más vago reverie. Estos principios de asociación son reducidos a tres, a saber, semejanza; un cuadro nos hace pensar naturalmente en el hombre que fue pintado. Contigüidad; cuando se menciona a St. Denis, ocurre naturalmente la idea de París. Causación; cuando pensamos en el hijo, propendemos a dirigir nuestra atención hacia el padre. Será fácil concebir cuán vasta consecuencia han de tener esos principios en la ciencia de la naturaleza humana, si consideramos que, en cuanto respecta a la mente, ellos son los únicos vínculos que reúnen las partes del universo, o nos ponen en conexión con cualquier persona u objeto exterior a nosotros mismos. Porque como es tan sólo por medio del pensamiento como opera una cosa sobre nuestras pasiones, y como estos principios son los únicos lazos de nuestros pensamientos, ellos son realmente para nosotros el cemento del universo, y todas las operaciones de la mente precisan, en una gran medida, depender de ellos.________________
Compendio de un tratado de la naturaleza humana (Revista Teorema, Valencia 1977, p. 31-32).
David Hume: relaciones de ideas y cuestiones de hecho

Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden, naturalmente, dividirse en dos grupos, a saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho; a la primera clase pertenecen las ciencias de la geometría, álgebra y aritmética y, en resumen, toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Que el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que expresa la relación entre esas partes del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad de treinta expresa una relación entre estos números. Las proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del universo. Aunque jamás hubiera habido un círculo o un triángulo en la naturaleza, las verdades demostradas por Euclides conservarían siempre su certeza y evidencia.

No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción, y es concebido por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad. Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana. En vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falsa, implicaría una contradicción y jamás podría ser concebida distintamente por la mente.
Investigación sobre el conocimiento humano, Sección IV, parte I (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., p. 47-48).

David Hume: la idea de conexión necesaria
Cuando miramos los objetos externos en nuestro entorno y examinamos la acción de la causas, nunca somos capaces de descubrir de una sola vez poder o conexión necesaria algunos, ninguna cualidad que ligue el efecto a la causa y haga a uno consecuencia indefectible de la otra. Sólo encontramos que, de hecho, el uno sigue realmente a la otra. Al impulso de una bola de billar acompaña el movimiento de la segunda. Esto es todo lo que aparece a los sentidos externos. La mente no tiene sentimiento o impresión interna alguna de esta sucesión de objetos. Por consiguiente, en cualquier caso determinado de causa y efecto, no hay nada que pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria. [...]

Parece entonces que esta idea de conexión necesaria entre sucesos surge del acaecimiento de varios casos similares de constante conjunción de dichos sucesos. Esta idea no puede ser sugerida por uno solo de estos casos examinados desde todas las posiciones y perspectivas posibles. Pero en una serie de casos no hay nada distinto de cualquiera de los casos individuales que se suponen exactamente iguales, salvo que, tras la repetición de casos similares, la mente es conducida por hábito a tener la expectativa, al aparecer un suceso, de su acompañante usual, y a creer que existirá. Por tanto, esta conexión que sentimos en la mente, esta transición de la representación de un objeto a su acompañante habitual, es el sentimiento o impresión a partir del cual formamos la idea de poder o de conexión necesaria. No hay más en esta cuestión. Examínese el asunto desde cualquier perspectiva. Nunca encontraremos otro origen para esa idea. Esta es la única diferencia entre un caso, del que jamás podremos recibir la idea de conexión, y varios casos semejantes que la sugieren. La primera vez que un hombre vio la comunicación de movimientos por medio del impulso, por ejemplo, como en el choque de dos bolas de billar, no pudo declarar que un acontecimiento estaba conectado con el otro, sino tan sólo conjuntado con él. Tras haber observado varios casos de la misma índole los declara conexionados. ¿Qué cambio ha ocurrido para dar lugar a esta nueva idea de conexión? Exclusivamente que ahora siente que estos acontecimientos están conectados en su aparición del otro. Por tanto, cuando decimos que un objeto está conectado con otro, sólo queremos decir que han adquirido una conexión en nuestro pensamiento imaginación y fácilmente puede predecir la existencia del uno por la y originan esta inferencia por la que cada uno se convierte en prueba del otro, conclusión algo extraordinaria, pero que parece estar fundada con suficiente evidencia.
Investigación sobre el conocimiento humano, Sección VII, parte I, parte II (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., p. 91, 99-100).

David Hume: la experiencia razonable

Por tanto, un hombre sabio adecua su creencia a la evidencia. En las conclusiones que se fundan en una experiencia infalible anticipa el suceso con el grado último de seguridad y considera la experiencia pasada como una prueba concluyente de la existencia futura de tal acontecimiento. En los demás casos, procede con mayor cautela. [...]

 Y como la evidencia, derivada de testigos y testimonios humanos, se funda en la experiencia pasada, asimismo varía con la experiencia, y se considera como prueba o como probabilidad, según se haya encontrado que la conjunción entre cualquier clase de relación y cualquier clase de objeto sea constante o variable.
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Investigación sobre el conocimiento humano, Sección X, parte I (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., p. 135-136).

David Hume: el escéptico y el mundo externo

Parece evidente que los hombres son llevados, por su instinto y predisposición naturales, a confiar en sus sentidos y que, sin ningún razonamiento, e incluso casi antes del uso de la razón, siempre damos por supuesto un universo externo que no depende de nuestra percepción, sino que existiría aunque nosotros, y toda criatura sensible, estuviéramos ausentes o hubiéramos sido aniquilados. Incluso el mundo animal se rige de acuerdo con esta opinión y conserva esta creencia en los objetos externos, en todos sus pensamientos, designios y acciones.

Asimismo, parece evidente que cuando los hombres siguen este poderoso y ciego instinto de la naturaleza, siempre suponen que las mismas imágenes presentadas por los sentidos son los objetos externos, y nunca abrigan sospecha alguna de que las unas no son sino representaciones de los otros. Esta misma mesa que vemos blanca y que encontramos dura, creemos que existe independiente de nuestra percepción y que es algo externo a nuestra mente que la percibe. Nuestra presencia no le confiere ser; nuestra ausencia no la aniquila. Conserva su existencia uniforme y entera, independientemente de la situación de los seres inteligentes que la perciben o la contemplan.
Pero la más débil filosofía pronto destruye esta opinión universal y primigenia de todos los hombres, al enseñarnos que nada puede estar presente a la mente sino una imagen o percepción, y que los sentidos sólo son conductos por los que se transmiten estas imágenes sin que sean capaces de producir un contacto inmediato entre la mente y el objeto. La mesa que vemos parece disminuir cuanto más nos apartamos de ella, pero la verdadera mesa que existe independientemente de nosotros no sufre alteración alguna. Por tanto, no se trata más que de su imagen, que está presente a la mente. Estos son, indiscutiblemente, los dictámenes de la razón y ningún hombre que reflexione jamás habrá dudado que la existencia que consideramos al decir esta casa y aquel árbol, no son sino percepciones en la mente y copias o representaciones fugaces de otras existencias, que permanecen uniformes e independientes.
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Investigación sobre el conocimiento humano (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., 12, 1, p. 1178-179).,










Resumen complementario de Hume

define la asociación De Ideas como la

Disposición natural de la imaginación por la que nuestra mente tiende a relacionar varias ideas. Como consecuencia de la asociación de ideas, la  presencia en nuestra mente de una idea trae consigo la aparición de otra u otras.
Las ideas o contenidos mentales se suceden unas a otras y se combinan unas con otras siguiendo un cierto orden y regularidad: cuando en nuestra mente está presente una idea, y no hacemos uso del pensamiento voluntario sino que dejamos que espontáneamente los distintos contenidos mentales fluyan uno tras otro, a esta idea le sucederá otra con la que está vinculada o unida. Unas ideas atraen a otras, del mismo modo, sugiere Hume, que en el mundo físico un cuerpo atrae a otro merced a la gravedad. Las leyes de la asociación describen estas fuerzas por las cuales unas ideas tienden a evocar a otras. Dado que las fuerzas que unen unas ideas con otras son, como dice Hume, "fuerzas suaves", la sucesión de una idea por otra no es una sucesión que se tenga que dar de forma absolutamente necesaria, por lo que las leyes que describen dichas regularidades no son leyes estrictas: nos dicen simplemente que si la idea "A" está vinculada con la idea "B", y en nuestra conciencia aparece la idea "A", es muy probable que aparezca después la idea "B". Gracias a dichas conexiones naturales formamos espontáneamente las ideas complejas a partir de las ideas simples; las leyes de la asociación describen dichas conexiones y son consecuencia  de la imaginación, no de la razón.

Ley De La Causa Y Efecto
Esta ley de la asociación nos dice que tras la observación de la existencia de contigüidad espacial de dos hechos u objetos, de su sucesión en el tiempo  y de la reiterada experiencia de estas relaciones entre ambos, se crea en nuestra mente la predisposición a evocar la idea del segundo (al que consideramos efecto) si está presente la idea del primero (al que consideramos causa).
Así, las ideas de “dentista” y de “dolor” mantienen una cierta relación entre ambas como consecuencia de haber tenido dolor tras la intervención del dentista, de tal modo que el pensamiento de uno puede traer consigo el pensamiento del otro.

Ley De La Contigüidad
Según esta ley de la asociación, aquellas ideas que se han vivido junta tienden a aparecer juntas.
El típico caso de una canción que nos recuerda a una persona es un ejemplo de esta ley. Es una ley muy importante porque está a la base de la formación de las ideas complejas, particularmente de las de substancia: miramos a la calle y vemos un objeto, percibimos las ruedas, el volante, los asientos, las puertas, las ventanillas, los faros, el maletero, abrimos el capó y percibimos el motor, ...; todas estas percepciones se dan unas junto a otras, tanto en el sentido temporal, puesto que pueden percibirse unas tras otras si nuestra mirada recorre sin interrupción dicho objeto, como en un sentido espacial, puesto que las sensaciones visuales de las ruedas pueden formar un continuo con las sensaciones visuales de la puerta o de la carrocería. Si se repite esta experiencia, se crea en nosotros una disposición a reproducir una de las ideas correspondientes a dicho objeto cuando está presente la otra, y de este modo podemos formar la idea compleja “coche”. Nuestras expectativas respecto de los aspectos o rasgos que nos van a ofrecer las cosas se basan en gran medida en esta ley: nos causaría gran sorpresa mirar en el interior del coche que vemos en la calle y no encontrar un volante, puesto que siempre hemos visto que en los coches hay volantes, experiencia ésta última que crea en nuestra mente el hábito o disposición a considerar que ha de ser así en los casos futuros.

Ley De La Semejanza
Ley de la asociación según la cual nuestra mente tiende a reproducir ideas semejantes, como cuando un retrato lleva de forma natural o espontánea a nuestra mente a pensar en el original.
Esta ley es importante en nuestro trato con las cosas pues consideramos que los objetos semejantes deben tener las mismas propiedades y los mismos poderes causales.


Fuentes:

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c) R. Descartes.






Fragmentos de texto de las Meditaciones Metafísicas.

PRIMERA DE LAS MEDITACIONES SOBRE LA METAFÍSICA, EN LAS QUE SE DEMUESTRA LA EXISTENCIA DE DIOS Y LA DISTINCIÓN DEL ALMA Y DEL CUERPO
"Ya me percaté hace algunos años de cuántas opiniones falsas admití como verdaderas en la primera edad de mi vida y de cuán dudosas eran las que después construí sobre aquéllas, de modo que era preciso destruirlas de raíz para comenzar de nuevo desde los cimientos si quería establecer alguna vez un sistema firme y permanente; con todo, parecía ser esto un trabajo inmenso, y esperaba yo una edad que fuese tan madura que no hubiese de sucederle ninguna más adecuada para comprender esa tarea. Por ello, he dudado tanto tiempo, que sería ciertamente culpable si consumo en deliberaciones el tiempo que me resta para intentarlo. Por tanto, habiéndome desembarazado oportunamente de toda clase de preocupaciones, me he procurado un reposo tranquilo en apartada soledad, con el fin de dedicarme en libertad a la destrucción sistemática de mis opiniones. Para ello no será necesario que pruebe la falsedad de todas, lo que quizá nunca podría alcanzar; sino que, puesto que la razón me persuade a evitar dar fe no menos cuidadosamente a las cosas que no son absolutamente seguras e indudables que a las abiertamente falsas, me bastará para rechazarlas todas encontrar en cada una algún motivo de duda. Así pues, no me será preciso examinarlas una por una, lo que constituiría un trabajo infinito, sino que atacaré inmediatamente los principios mismos en los que se apoyaba todo lo que creí en un tiempo, ya que, excavados los cimientos, se derrumba al momento lo que está por encima edificado. Todo lo que hasta ahora he admitido como absolutamente cierto lo he percibido de los sentidos o por los sentidos; he descubierto, sin embargo, que éstos engañan de vez en cuando y es prudente no confiar nunca en aquellos que nos han engañado aunque sólo haya sido por una sola vez. Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan en lo pequeño y en lo lejano, quizás hay otras cosas de las que no se puede dudar aun cuando las recibamos por medio de los mismos, como, por ejemplo, que estoy aquí, que estoy sentado junto al fuego, que estoy vestido con un traje de invierno, que tengo este papel en las manos y cosas por el estilo. ¿Con qué razón se puede negar que estas manos y este cuerpo sean míos? A no ser que me asemeje a no sé qué locos cuyos cerebros ofusca un pertinaz vapor de tal manera atrabiliario que aseveran en todo momento que son reyes, siendo en realidad pobres, o que están vestidos de púrpura, estando desnudos, o que tienen una jarra en vez de cabeza, o que son unas calabazas, o que están creados de vidrio; pero ésos son dementes, y yo mismo parecería igualmente más loco que ellos si me aplicase sus ejemplos. Perfectamente, como si yo no fuera un hombre que suele dormir por la noche e imaginar en sueños las mismas cosas y a veces, incluso, menos verosímiles que esos desgraciados cuando están despiertos. ¡Cuán frecuentemente me hace creer el reposo nocturno lo más trivial, como, por ejemplo, que estoy aquí, que llevo puesto un traje, que estoy sentado junto al fuego, cuando en realidad estoy echado en mi cama después de desnudarme! Pero ahora veo ese papel con los ojos abiertos, y no está adormilada esta cabeza que muevo, y consciente y sensiblemente extiendo mi mano, puesto que un hombre dormido no lo experimentaría con tanta claridad; como si no me acordase de que he sido ya otras veces engañado en sueños por los mismos pensamientos. Cuando doy más vueltas a la cuestión veo sin duda alguna que estar despierto no se distingue con indicio seguro del estar dormido, y me asombro de manera que el mismo estupor me confirma en la idea de que duermo. Pues bien: soñemos, y que no sean, por tanto, verdaderos esos actos particulares; como, por ejemplo, que abrimos los ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos; pensemos que quizá ni tenemos tales manos ni tal cuerpo. Sin embargo, se ha de confesar que han sido vistas durante el sueño como unas ciertas imágenes pintadas que no pudieron ser ideadas sino a la semejanza de cosas verdaderas y que, por lo tanto, estos órganos generales (los ojos, la cabeza, las manos y todo el cuerpo) existen, no como cosas imaginarias, sino verdaderas; puesto que los propios pintores ni aun siquiera cuando intentan pintar las sirenas y los sátiros con las formas más extravagantes posibles, pueden crear una naturaleza nueva en todos los conceptos, sino que entremezclan los miembros de animales diversos; incluso si piensan algo de tal manera nuevo que nada en absoluto haya sido visto que se le parezca ciertamente, al menos deberán ser verdaderos los colores con los que se componga ese cuadro. De la misma manera, aunque estos órganos generales (los ojos, la cabeza, las manos, etc.) puedan ser imaginarios, se habrá de reconocer al menos otros verdaderos más simples y universales, de los cuales como de colores verdaderos son creadas esas imágenes de las cosas que existen en nuestro conocimiento, ya sean falsas, ya sean verdaderas. A esta clase parece pertenecer la naturaleza corpórea en general en su extensión, al mismo tiempo que la figura de las cosas extensas. La cantidad o la magnitud y el número de las mismas, el lugar en que estén, el tiempo que duren, etc. En consecuencia, deduciremos quizá sin errar de lo anterior que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás disciplinas que dependen de la consideración de las cosas compuestas, son ciertamente dudosas, mientras que la aritmética, la geometría y otras de este tipo, que tratan sobre las cosas más simples y absolutamente generales, sin preocuparse de si existen en realidad en la o no, poseen algo cierto e indudable, puesto que, ya esté dormido, ya esté despierto, dos y tres serán siempre cinco y el cuadrado no tendrá más que cuatro lados; y no parece ser posible que unas verdades tan obvias incurran en sospecha de falsedad. No obstante, está grabada en mi mente una antigua idea, a saber, que existe un Dios que es omnipotente y que me ha creado tal como soy yo. Pero, ¿cómo puedo saber que Dios no ha hecho que no exista ni tierra, ni magnitud, ni lugar, creyendo yo saber, sin embargo, que todas esas cosas no existen de otro modo que como a mí ahora me lo parecen? ¿E incluso que, del mismo modo que yo juzgo que se equivocan algunos en lo que creen saber perfectamente, así me induce Dios a errar siempre que sumo dos y dos o numero los lados del cuadrado o realizo cualquier otra operación si es que se puede imaginar algo más fácil todavía? Pero quizá Dios no ha querido que yo me engañe de este modo, puesto que de él se dice que es sumamente bueno; ahora bien, si repugnase a su bondad haberme creado de tal suerte que siempre me equivoque, también parecería ajeno a la misma permitir que me engañe a veces; y esto último, sin embargo, no puede ser afirmado. Habrá quizás algunos que prefieran negar a un Dios tan potente antes que suponer todas las demás cosas inciertas; no les refutemos, y concedamos que todo este argumento sobre Dios es ficticio; pero ya imaginen que yo he llegado a lo que soy por el destino, ya por casualidad, ya por una serie continuada de cosas, ya de cualquier otro modo, puesto que engañarse y errar parece ser una cierta imperfección, cuanto menos potente sea el creador que asignen a mi origen, tanto más probable será que yo sea tan imperfecto que siempre me equivoque. No sé qué responder a estos argumentos, pero finalmente me veo obligado a reconocer que de todas aquellas cosas que juzgaba antaño verdaderas no existe ninguna sobre la que no se pueda dudar, no por inconsideración o ligereza, sino por razones fuertes y bien meditadas. Por tanto, no menos he de abstenerme de dar fe a estos pensamientos que a los que son abiertamente falsos, si quiero encontrar algo cierto. Con todo, no basta haber hecho estas advertencias, sino que es preciso que me acuerde de ellas; puesto que con frecuencia y aun sin mi consentimiento vuelven mis opiniones acostumbradas y atenazan mi credulidad, que se halla como ligada a ellas por el largo y familiar uso; y nunca dejaré de asentir y confiar habitualmente en ellas en tanto que las considere tales como son en realidad, es decir, dudosas en cierta manera, como ya hemos demostrado anteriormente, pero, con todo, muy probables, de modo que resulte mucho más razonable creerlas que negarlas. En consecuencia, no actuaré mal, según confío, si cambiando todos mis propósitos me engaño a mí mismo y las considero algún tiempo absolutamente falsas e imaginarias, hasta que al fin, una vez equilibrados los prejuicios de uno y otro lado, mi juicio no se vuelva a apartar nunca de la recta percepción de las cosas por una costumbre equivocada; ya que estoy seguro de que no se seguirá de esto ningún peligro de error, y de que yo no puedo fundamentar más de lo preciso una desconfianza, dado que me ocupo, no de actuar, sino solamente de conocer. Supondré, pues, que no un Dios óptimo, fuente de la verdad, sino algún genio maligno de extremado poder e inteligencia pone todo su empeño en hacerme errar; creeré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todo lo externo no son más que engaños de sueños con los que ha puesto una celada a mi credulidad; consideraré que no tengo manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, sino que lo debo todo a una falsa opinión mía; permaneceré, pues, asido a esta meditación y de este modo, aunque no me sea permitido conocer algo verdadero, procuraré al menos con resuelta decisión, puesto que está en mi mano, no dar fe a cosas falsas y evitar que este engañador, por fuerte y listo que sea, pueda inculcarme nada. Pero este intento está lleno de trabajo, y cierta pereza me lleva a mi vida ordinaria; como el prisionero que disfrutaba en sueños de una libertad imaginaria, cuando empieza a sospechar que estaba durmiendo, teme que se le despierte y sigue cerrando los ojos con estas dulces ilusiones, así me deslizo voluntariamente a mis antiguas creencias y me aterra el despertar, no sea que tras el plácido descanso haya de transcurrir la laboriosa velada no en alguna luz, sino entre las tinieblas inextricables de los problemas suscitados."


MEDITACIÓN SEGUNDA: SOBRE LA NATURALEZA DEL ALMA HUMANA Y DEL HECHO DE QUE ES MÁS COGNOSCIBLE QUE EL CUERPO

"He sido arrojado a tan grandes dudas por la meditación de ayer, que ni puedo dejar de acordarme de ellas ni sé de qué modo han de solucionarse; por el contrario, como si hubiera caído en una profunda vorágine, estoy tan turbado que no puedo ni poner pie en lo más hondo ni nadar en la superficie. Me esforzaré, sin embargo, en adentrarme de nuevo por el mismo camino que ayer, es decir, en apartar todo aquello que ofrece algo de duda, por pequeña que sea, de igual modo que si fuera falso; y continuaré así hasta que conozca algo cierto, o al menos, si no otra cosa, sepa de un modo seguro que no hay nada cierto. Arquímedes no pedía más que un punto que fuese firme e inmóvil, para mover toda la tierra de su sitio; por lo tanto, he de esperar grandes resultados si encuentro algo que sea cierto e inconcuso. Supongo, por tanto, que todo lo que veo es falso; y que nunca ha existido nada de lo que la engañosa memoria me representa; no tengo ningún sentido absolutamente: el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son quimeras. ¿Qué es entonces lo cierto? Quizá solamente que no hay nada seguro. ¿Cómo sé que no hay nada diferente de lo que acabo de mencionar, sobre lo que no haya ni siquiera ocasión de dudar? ¿No existe algún Dios, o como quiera que le llame, que me introduce esos pensamientos? Pero, ¿por qué he de creerlo, si yo mismo puedo ser el promotor de aquéllos? ¿Soy, por lo tanto, algo? Pero he negado que yo tenga algún sentido o algún cuerpo; dudo, sin embargo, porque, ¿qué soy en ese caso? ¿Estoy de tal manera ligado al cuerpo y a los sentidos, que no puedo existir sin ellos? Me he persuadido, empero, de que no existe nada en el mundo, ni cielo ni tierra, ni mente ni cuerpo; ¿no significa esto, en resumen, que yo no existo? Ciertamente existía si me persuadí de algo. Pero hay un no sé quién engañador sumamente poderoso, sumamente listo, que me hace errar siempre a propósito. Sin duda alguna, pues, existo yo también, si me engaña a mí; y por más que me engañe, no podrá nunca conseguir que yo no exista mientras yo siga pensando que soy algo. De manera que, una vez sopesados escrupulosamente todos los argumentos, se ha de concluir que siempre que digo «Yo soy, yo existo» o lo concibo en mi mente, necesariamente ha de ser verdad. No alcanzo, sin embargo, a comprender todavía quién soy yo, que ya existo necesariamente; por lo que he de procurar no tomar alguna otra cosa imprudentemente en lugar mío, y evitar que me engañe así la percepción que me parece ser la más cierta y evidente de todas. Recordaré, por tanto, qué creía ser en otro tiempo antes de venir a parar a estas meditaciones; por lo que excluiré todo lo que, por los argumentos expuestos, pueda ser combatido, por poco que sea, de manera que sólo quede en definitiva lo que sea cierto e inconcuso. ¿Qué creí entonces ser? Un hombre, naturalmente. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un animal racional? No, puesto que se habría de investigar qué es animal y qué es racional, y así me deslizaría de un tema a varios y más difíciles, y no me queda tiempo libre como para gastarlo en sutilezas de este tipo. Con todo, dedicaré mi atención en especial a lo que se me ocurría espontáneamente siguiendo las indicaciones de la naturaleza siempre que consideraba que era. Se me ocurría, primero, que yo tenía cara, manos, brazos y todo este mecanismo de miembros que aún puede verse en un cadáver, y que llamaba cuerpo. Se me ocurría además que me alimentaba, que comía, que sentía y que pensaba, todo lo cual lo refería al alma. Pero no advertía qué era esa alma, o imaginaba algo ridículo, como un viento, o un fuego, o un aire que se hubiera difundido en mis partes más imperfectas. No dudaba siquiera del cuerpo, sino que me parecía conocer definidamente su naturaleza, la cual, si hubiese intentado especificarla tal como la concebía en mi mente, la hubiera descrito así: como cuerpo comprendo todo aquello que está determinado por alguna figura, circunscrito en un lugar, que llena un espacio de modo que excluye de allí todo otro cuerpo, que es percibido por el tacto, la vista, el oído, el gusto, o el olor, y que es movido de muchas maneras, no por sí mismo, sino por alguna otra cosa que le toque; ya que no creía que tener la posibilidad de moverse a sí mismo, de sentir y de pensar, podía referirse a la naturaleza del cuerpo; muy al contrario, me admiraba que se pudiesen encontrar tales facultades en algunos cuerpos. Pero, ¿qué soy ahora, si supongo que algún engañador potentísimo, y si me es permitido decirlo, maligno, me hace errar intencionadamente en todo cuanto puede? ¿Puedo afirmar que tengo algo, por pequeño que sea, de todo aquello que, según he dicho, pertenece a la naturaleza del cuerpo? Atiendo, pienso, doy más y más vueltas a la cuestión: no se me ocurre nada, y me fatigo de considerar en vano siempre lo mismo. ¿Qué acontece a las cosas que atribuía al alma, como alimentarse o andar? Puesto que no tengo cuerpo, todo esto no es sino ficción. ¿Y sentir? Esto no se puede llevar a cabo sin el cuerpo, y además me ha parecido sentir muchas cosas en sueños que he advertido más tarde no haber sentido en realidad. ¿Y pensar? Aquí encuéntrome lo siguiente: el pensamiento existe, y no puede serme arrebatado; yo soy, yo existo: es manifiesto. Pero ¿por cuánto tiempo? Sin duda, en tanto que pienso, puesto que aún podría suceder, si dejase de pensar, que dejase yo de existir en absoluto. No admito ahora nada que no sea necesariamente cierto; soy por lo tanto, en definitiva, una cosa que piensa, esto es, una mente, un alma, un intelecto, o una razón, vocablos de un significado que antes me era desconocido. Soy, en consecuencia, una cosa cierta, y a ciencia cierta existente. Pero, ¿qué cosa? Ya lo he dicho, una cosa que piensa."


Fragmentos de Texto del Discurso del Método.

"Luego, en lo tocante al análisis (19) de los antiguos y al álgebra de los modernos, aparte de que no se refieren sino a muy abstractas materias, que no parecen ser de ningún uso, el primero está siempre tan constreñido a considerar las figuras, que no puede ejercitar el entendimiento sin cansar grandemente la imaginación; y en la segunda, tanto se han sujetado sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras, que han hecho de ella un arte confuso y oscuro, bueno para enredar el ingenio, en lugar de una ciencia que lo cultive. Por todo lo cual, pensé que había que buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus defectos. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios, siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera: Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente. Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada. Esas largas series de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras acostumbran emplear, para llegar a sus más difíciles demostraciones, habíanme dado ocasión de imaginar que todas las cosas, de que el hombre puede adquirir conocimiento, se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir."




Descartes R. 1641. Meditaciones Metafísicas. Traducción de José Antonio Mígues Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Recuperado de https://trabajosocialucen.files.wordpress.com/2012/05/descartes-meditaciones_metafisicas-1.pdf


Lecturas complementarias de Descartes : 











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U3. Aspectos lógicos y argumentativos del discurso comunicativo


3.1 ¿QUÉ ES LA LÓGICA?

La lógica es el estudio de los métodos y principios usados para distinguir el razonamiento válido (correcto), del razonamiento no válido (incorrecto).
Busca determinar si la conclusión a que se ha llegado se deriva de las premisas usadas o afirmadas. Si las premisas brindan adecuados fundamentos para aceptar la conclusión, el razonamiento es correcto. De lo contrario es incorrecto.
La distinción entre el razonamiento correcto y el incorrecto es el problema central que debe tratar la lógica

PREMISAS Y CONCLUSIONES

La inferencia o razonamiento es un proceso por el cual se llega a una proposición y se la afirma sobre la base de otra u otras proposiciones aceptadas como punto de partida del proceso. Las proposiciones son verdaderas o falsas.
La conclusión de un razonamiento es la proposición que se afirma sobre la base de las otras proposiciones del mismo, y a su vez estas proposiciones de las que se afirma que brindan los elementos de juicio o las razones para aceptar la conclusión son las premisas del razonamiento.

No es posible identificar la conclusión de un razonamiento por su posición en la formulación del mismo . Hay ciertas palabras o frases que sirven típicamente para introducir la conclusión de un razonamiento .Entre los más comunes de estos indicadores de conclusión se cuentan “por lo tanto”, “por ende”, “así”, “luego”, “por consiguiente”, “se sigue que”, “podemos inferir que”, “podemos concluir”. Otras palabras o frases sirven típicamente para destacar las premisas de un razonamiento. Entre los más comunes de estos indicadores de premisas figuran “puesto que”, “porque”, “pues”, “en tanto que”  “por la razón de que”.

VERDAD Y VALIDEZ.

La validez de los razonamientos depende exclusivamente de su forma, independientemente de su contenido y del valor de verdad de cada una de las proposiciones que lo componen. La lógica, entonces se ocupa de ofrecer las formas válidas, o bien los métodos y/o procedimientos con los que se puede establecer la validez o invalidez de los razonamientos. La verdad en cambio, es una caracteristica propia de las proposiciones, de la cual no se ocupa la lógica, sino otras disciplinas. La verdad se relaciona con la correspondencia o no del contenido del la proposición con lo que esta señala (hacia lo que llamomos su contenido o lo que entendamos como realidad). 

Clasificación de razonamientos.

Los razonamientos se dividen tradicionalmente en dos tipos diferentes  Deductivos y no deductivos .


1) Un razonamiento deductivo es válido cuando sus premisas brindan un fundamento seguro para la conclusión . La conclusión se desprende de las premisas con absoluta necesidad , necesidad que no es cuestión de grado ni depende de manera alguna de cualquier otra cosa . Es válido cuando si y solo si no tiene premisas verdaderas y conclusión falsa .

Toda mujer es coqueta
 Alguna adolescente es mujer
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Alguna adolescente es coqueta


                                                                    
2) Un razonamiento  Inductivo , en cambio , no pretende que sus premisas ofrezcan fundamentos concluyentes para la verdad de su conclusión , sino solamente que ofrezcan algún fundamento para ella. Caracterizaremos entonces a un razonamiento inductivo como aquel cuya conclusión se sigue de sus premisas sólo con alguna posibilidad , probabilidad que es cuestión de grado y depende de otras cosas (inducción incompleta o amplificante).


2a) INDUCCIÓN INCOMPLETA      

El cisne 1 es blanco.
El cisne 2 es blanco
El cisne 3 es blanco
El cisne 4 es blanco.
 -----------------------------------------------
Todos los cisnes son blancos .



2b)   INDUCCIÓN COMPLETA  

Pedro y María son pelirrojos y tienen 3 hijos:
Juan es hijo de Pedro y Maria y es pelirrojo
José es hijo de Pedro y María y es pelirrojo
Mateo es hijo de Pedro y María y es pelirrojo
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Todos los hijos de Pedro y María son pelirrojos



3) ANALOGÍAS: 
En el razonamiento analógico se parte de premisas particulares  y asimismo llega a premisas particulares, en base a la extensión de las cualidades de algunas propiedades comunes, hacia otras similares.
Es una modalidad de razonamiento no deductivo que consiste en obtener una conclusión a partir de premisas en las que se establece una comparación o analogía entre elementos o conjuntos de elementos distintos.
Este tipo de razonamiento es de comparación o semejanza pues traslada las características de un objeto ya conocido a otro que pretendemos conocer y le es semejante, parecido o análogo, esto quiere decir que la analogía lógica no nos lleva de lo particular a lo universal como la inducción, ni nos baja de lo universal a lo particular como la deducción, si no que parte de juicios anteriores ya conocidos a otros que pretendemos conocer, manteniendo la misma particularidad confrontada

La Tierra esta poblada por seres vivos;
Marte es análogo o semejante a la Tierra (ya que es un planeta, esta en el sistema solar, es esférico, etc.)
Por lo tanto,  Marte debe estar poblado por seres vivos. 


 3.2.1 FALACIAS no formales


Los razonamientos , como los hombres , a menudo son hipócritas”...         PLATÓN.

Son errores de razonamientos en los cuales podemos caer por inadvertencia o falta de atención al tema , o bien porque nos engaña alguna ambigüedad  en el lenguaje usado para formularlo .
*Se designa como FALACIA cualquier idea equivocada o creencia falsa .
*Error en el razonamiento o la argumentación , es un tipo de argumentación incorrecta .
*Aquellos razonamientos que aunque incorrectos , son psicológicamente persuasivos .

*Forma de razonamiento que parece correcta , pero resulta no serla cuando se la analiza cuidadosamente .


Aunque todos los libros de lógica contienen un examen de las falacias, su manera de tratarlas no es en todos la misma. No hay ninguna clasificación de las falacias universalmente aceptada. No hay que sorprenderse ante esta situación, pues como dijo acertadamente De Morgan, uno de los primeros lógicos modernos: "No hay nada similar a una clasificación de las maneras en que los hombres pueden llegar a un error, y cabe dudar de que pueda haber alguna". La palabra 'falacia' es en sí misma un poco vaga. Un uso perfectamente correcto de la palabra es el que se le da para designar cualquier idea equivocada o creencia falsa, como la 'falacia' de creer que todos los hombre. Son honestos. Pero los lógicos usan el término en el sentido más estrecho y más técnico de error en el razonamiento o la argumentación. Una falacia es, entonces, en el sentido en que nosotros usaremos el término, un tipo de razonamiento incorrecto. Puesto que es un tipo de razonamiento incorrecto, podemos decir de dos razonamientos diferentes que contienen o cometen la misma falacia. Muchos argumentos son tan obviamente incorrectos que no engañan a nadie. En el estudio de la lógica, se acostumbra reservar el nombre de 'falacia' a aquellos razonamientos que, aunque incorrectos. Ron psicológicamente persuasivos. Por tanto, definimos falacia como una forma de razonamiento que parece correcto pero resulta no serio cuando se lo analiza cuidadosamente. El preludio de estos razonamientos es provechoso, pues la familiaridad con ellos y su comprensión impedirá que seamos engañados por ellos. Estar prevenidos es estar armados de antemano. Las falacias se dividen tradicionalmente en dos grandes grupos, las formales y las no formales. Es más conveniente analizar las falacias formales en conexión con ciertos esquemas de inferencia válidos con los cuales presentan una semejanza superficial. Diferiremos, por eso, su consideración para los capítulos siguientes. En éste, trataremos las falacias no formales, errores de razonamiento en los cuales podemos caer por inadvertencia o falta de atención en el tema, o bien porque nos engaña alguna ambigüedad en el lenguaje usado para formularlo. Podemos dividir las falacias no formales en falacias de atingencia y falacias de ambigüedad. No tenemos la intención de hacer una revisión exhaustiva; solo consideraremos quince falacias no formales, las más comunes y engañosas (Introducción a la lógica,COPI, p32)


Algunos tipos de falacias: 

ARGUMENTUM AD BACULUM (APELACIÓN A LA FUERZA)
El argumentum ad baculum es la falacia que se comete cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de fuerza, para provocar la aceptación de una conclusión. Usualmente solo se recurre a ella cuando fracasan las pruebas o argumentos racionales. El ad baculum se resume en el dicho: "La fuerza hace el derecho". El uso y la amenaza de los métodos de 'mano-fuerte' para doblegar a los opositores políticos suministra ejemplos contemporáneos de esta falacia. La apelación a métodos no racionales de intimidación puede ser, naturalmente, más sutil que el uso abierto o la amenaza de campos de concentración o grupos de choque.

ARGUMENTUM AD HOMINEM (OFENSIVO)

La expresión argumentum ad hominem significa literalmente 'argumento dirigido contra el hombre'. Es susceptible de dos interpretaciones, cuya relación explicaremos después que hayamos discutido las dos separadamente. Podemos designar la primera variedad de esta falacia como la del tipo 'ofensivo'. Se la comete cuando, en vez de tratar de refutar la verdad de lo que se afirma, se ataca al hombre que hace la afirmación. Así por ejemplo, podría argüirse que la filosofía de Bacon es indigna de confianza porque éste fue desposeído de su cargo de canciller por deshonestidad. Este argumento es falaz, porque el carácter personal de un hombre carece de importancia lógica para determinar la verdad o falsedad de lo que dice la corrección o incorrección de su razonamiento.


ARGUMENTUM AD HOMINEM (CIRCUNSTANCIAL)
La segunda interpretación de la falacia del argumentum ad hominem, la variedad circunstancial, puede explicarse de la manera siguiente. En una discusión entre dos personas, una de ellas puede ignorar totalmente la cuestión relativa a la verdad o falsedad de sus propias afirmaciones y tratar de probar, en cambio, que su antagonista debe aceptarlas debido a especiales circunstancias en las que éste puede hallarse. Así por ejemplo, si uno de los contendientes es un sacerdote, el otro puede argüir que debe aceptar una determinada aserción porque su negación es incompatible con las Escrituras. Esto no es demostrar su verdad, sino urgir su aceptación por ese individuo
particular debido alas circunstancias especiales en las que se halla, en este caso su filiación religiosa.

ARGUMENTUM AD IGNORANTIAM (ARGUMENTO POR LA IGNORANCIA)
Podemos ilustrar la falacia del argumentum ad ignorantiam con el razonamiento de que debe de haber fantasmas porque nadie ha podido demostrar nunca que no los hay. Se comete esta falacia cuando se sostiene que una proposición es verdadera simplemente sobre la base de que no se ha demostrado su falsedad, o que es falsa porque no se ha demostrado su verdad Ahora bien, es evidente que nuestra incapacidad para demostrar
o refutar una proposición no basta para establecer su verdad o su falsedad.

ARGUMENTUM AD VERECUNDIAM (LA APELACIÓN A LA AUTORIDAD)
El argumentum ad verecundiam es la apelación a la autoridad, esto es, al sentimiento de respeto que siente la gente por las personas famosas, para ganar asentimiento a una conclusión, Este argumento no siempre es estrictamente falaz, pues la referencia a una reconocida autoridad en el campo especial de su competencia puede dar mayor peso a una opinión y constituir un factor de importancia. Si varios legos discuten acerca de algún problema de la ciencia física y uno de ellos apela al testimonio de Einstein sobre la cuestión, este testimonio es sumamente importante. Aunque no demuestra lo que se sostiene, tiende indudablemente a confirmarlo. Sin embargo, esto es muy relativo, pues si en vez de legos son expertos los que discuten acerca de un problema que está dentro del campo de su especialidad, solo deben apelar a los hechos ya la razón, y toda apelación a la autoridad de otro experto carecería completamente de valor como prueba. Pero, cuando se apela a una autoridad en cuestiones que están fuera del ámbito de su especialidad, se comete la falacia del argumentum ad verecundiam.

LA CAUSA FALSA
La falacia que llamamos de la 'causa falsa' ha sido analizada de diversas maneras en el pasado y ha recibido distintos nombres latinos. tales como non causa pro causa y post hoc ergo propter hoc. El primero de éstos es más general e indica el error de tomar como causa de un efecto algo que no es su causa real. El segundo designa la inferencia de que un acontecimiento es la causa de otro simplemente Robre la base de que el primero es anterior al segundo. Consideraremos todo razonamiento que trata de establecer una conexión causal erróneamente, como un ejemplo de falacia de la causa falsa.


Falacia de la Composición: consiste en atribuir las características propias de un elemento al todo en el que se integra. Por ej.: "si la bicicleta esta compuesta de materiales livianos, entonces ha de pesar poco”


Falacia de la división: inversa a la anterior consiste en atribuir las características propias de un todo a cualquiera de sus elementos. Por ej. “el colegio Alemán es de un gran nivel, asi que Mariana ha de tener un gran nivel, ya que proviene de dicho colegio”



Apelación a la piedad: consiste en buscar la compasión de alguien para que acepte como verdadera una conclusión determinada. Por ej.: “Un defensor, para probar la inocencia de su defendido, alude al hecho de tener éste hijos pequeños que quedarán desprotegidos si se lo condena”.

Apelación al pueblo: consiste en hacer referencia a lo que hace todo el mundo o la mayoría o "el pueblo" para llevar al otro a aceptar como verdadera una conclusión. Es el recurso favorito de demagogos y de publicitarios, ya que se recurre a los sentimientos.

Falacia de la Mayoría. el argumento que se da para sostener que una afirmación es verdadera, es que la mayoría piensa de ese modo: La mayoría piensa que P es verdadera, entonces P es verdadera. Por ej.: “Use los jeans N+; son los mejores, toda la gente joven los lleva”.



3.2.2 Reglas para construir una buena argumentación

Primera regla: las partes involucradas en la argumentación no deben crearse impedimentos en la posibilidad de expresar dudas o reservas.
Ejemplo: Sobre la cuestión del divorcio no quiero ni hablar. Como te he dicho, creo que el vínculo del matrimonio es indivisible. (Con esto, el hablante bloquea cualquier posibilidad de discusión sobre la conveniencia o no del divorcio)
Segunda regla: Quien expresa una opinión debe estar dispuesto a defenderla si se lo piden.
Ejemplo: Se divorcia por oportunismo, los hechos lo demuestran; te lo aseguro yo, es típico de él (Con éstas dos últimas frases, el hablante evita dar más explicaciones sobre su opinión de que el sujeto se divorcia por oportunismo)
Tercera regla: Un ataque a una argumentación debe centrarse en la tesis que ha enunciado el protagonista, sin desviar el discurso, sin presentar la tesis de forma diferente y sin actuar de forma que se le atribuya al antagonista una tesis diferente de la que se sostiene.
Ejemplo: Dices que para ti es bueno divorciarte porque eres infeliz, pero no es justo que el ser humano piense sólo en sí mismo y no se preocupe del prójimo (El tema sobre el egoísmo del ser humano no viene a cuento: desvía la atención sobre la discusión de la tesis “Quiero divorciarme porque soy infeliz”)
Cuarta regla: Una tesis debe defenderse sólo con argumentos relacionados con ella y que no tengan imbricaciones con otra.
Ejemplo: Dices que tienes que drogarte porque eres infeliz, pero no has pensado en lo que dirán los vecinos (El hablante debería defender la tesis de que el sujeto no debería drogarse apelando a su infelicidad de manera independiente al hecho de que los vecinos tengan o no algo que decir)
Quinta regla: Una persona debe aceptar las consecuencias y la existencia de las premisas que deja implícitas y, en consecuencia, debe aceptar que se le ataque en el terreno de éstas.
Ejemplo: María no saldrá porque lluieve. Pero si cada vez que lloviera no saliese, en este pueblo – donde llueve continuamente – estaría siempre en casa (Se da por supuesto que María nunca sale de casa cuando llueve, lo cuál no tiene por qué ser cierto: es un punto flaco de la argumentación que puede ser puesto en evidencia por el oyente)
Sexta regla: Una tesis puede considerarse defendidad de forma adecuada si se basa en artumentos pertenecientes a un punto de partida común.
Ejemplo: Estoy seguro de que se divorciará, porque hace siete años que están casados (La tesis de que el divorcio es seguro sólo podría defenderse si, efectivamente, los sujetos estuvieran legalmente casados y no convivieran como pareja de hecho)
Séptima regla: Una tesis puede considerarse defendida de forma adecuada si la defensa se desarrolla con el uso de argumentos que reflejan y respectan la práctica de la argumentación honesta.
Ejemplo: Es malo hacer micho deporte; lo ha dicho una eminencia en medicina de Milán (Se propone como garantía de la tesis la opinión de un supuesto experto del que no se dan más datos)
Octava regla: Los argumentos usados en una discusión deber ser o haber devenido válidos, haciendo explícitas algunas de las premisas que quedaban implícitas.
Ejemplo: El vecino es gitano, pues lleva patillas (No sólo los gitanos llevan patillas, y el hecho de llevar patillas no convierte a nadie en gitano: es un argumento falso que se basa en premisas implícitas del hablante)
Novena regla: Una defensa perdedora debe tener como consecuencia que el sujeto que argumenta acepte cambiar su posición, mientras que una defensa vencedora deber tener por consecuencia que el oyente cambie su posición y retire sus dudas sobre la tesis defendida por el hablante.
Ejemplo: No he intentado defenderme porque no he querido ponerte en una situación embarazosa (No se quiere reconocer la posible validez de las argumentaciones ajenas, el hablante no está dispuesto a abrir la posibilidad al cambio de opinión)
Décima regla: La formulación de las tesis y de los argumentos deben ser lo más clara y comprensible posible.
Ejemplo: No te ayudo porque eso costaría dinero (No queda claro si la falta de ayuda se debe a que falta dinero o al hecho de que la ayuda comporta un gast y no hay ganas de invertir el dinero de uno).
Podríamos encontrar más o menos reglas según el autor, pero considero que éstas son lo suficientemente claras como para servir de punto de entrada a las complejos mecanismos de la argumentación. Todos infringimos de manera más o menos pronunciada alguna de las normas propuestas, es prácticamente inevitable devido a la cantidad de situaciones diferentes en las que nos vemos obligados a argumentar. No obstante, cuánto más nos separemos de los principios de la buena argumentación, más nos estaremos desplazando del simple descuido a la abierta manipulación.
Y ahora algunas preguntas para vosotr@s: ¿conoces algunos principios diferentes que marquen lo que es una buena argumentación?; ¿eres consciente de cuándo (y cuánto) te alejas de los principios de una buena argumentación, y por qué?
Bibliografía:
Lo Cascio, Vincenzo. Gramática de la argumentación : estrategias y estructuras. Madrid: Alianza, 1998. Recuperado de  https://eveliomartinez.wordpress.com/2011/06/08/diez-reglas-para-una-argumentacion-ideal/
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U3 EPISTEMOLOGÍA

                                              
                                                          EPISTEMOLOGÍA

MARIO SAMBARINO : “ Ciencia , Técnica y Tecnología.”
“La ciencia es una actividad intelectual , de carácter colectivo, que procura establecer aseveraciones críticamente fundadas y objetivamente controlables, de valor cognoscitivo y validez impersonal , sobre lo que existe y lo que puede existir ; y los organiza sistemáticamente como momentos de un proceso, siempre inconcluso y revisable a través del cual se determinan formas de estructuración , o regularidades de coexistencia , de condicionamiento o de sucesión , que se encamina hacia su ampliación constante y su eventual transformación por rectificaciones internas , procediendo según métodos de eficacia establecida de indagación , demostración , verificación o falsación.”

                                                                                                     
LA CIENCIA SEGÚN MARIO BUNGE.
 Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible, del mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado "ciencia", que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del
mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta. Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos. Amasa y remoldea la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades animales y espirituales, así como a sus sueños: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura. La ciencia como actividad —como investigación— pertenece a la vida social; en cuanto se la aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien en sí mismo, esto es como una actividad productora de nuevas ideas (investigación científica). Tratemos de caracterizar el conocimiento y la investigación científicos tal como se los conoce en la actualidad.



Carl Sagan, en su libro “El Mundo y sus Demonios”.
“Este equipo se utiliza de manera natural siempre que se ofrecen nuevas ideas a consideración. Si la nueva idea sobrevive al examen con las herramientas de nuestro equipo, concedemos una aceptación cálida, aunque provisional. Si usted lo desea, si no quiere comprar camelos aunque sea tranquilizador hacerlo, puede tomar algunas precauciones; hay un método ensayado y cierto, probado por el consumidor.
¿De qué consta el equipo? De herramientas para el pensamiento escéptico
• Siempre que sea posible tiene que haber una confirmación independiente de los «hechos».
• Alentar el debate sustancioso sobre la prueba por parte de defensores con conocimiento de todos los puntos de vista.
• Los argumentos de la autoridad tienen poco peso: las «autoridades» han cometido errores en el pasado. Los volverán a cometer en el futuro. Quizá una manera mejor de decirlo es que en la ciencia no hay autoridades; como máximo, hay expertos.
• Baraje más de una hipótesis. Si hay algo que se debe explicar, piense en todas las diferentes maneras en que podría explicarse. Luego piense en pruebas mediante las que podría refutar sistemáticamente cada una de las alternativas. Lo que sobrevive, la hipótesis que resiste la refutación en esta selección darwiniana entre «hipótesis de trabajo múltiples» tiene muchas más posibilidades de ser la respuesta correcta que si usted simplemente se hubiera quedado con la primera idea que se le ocurrió.
• Intente no comprometerse en exceso con una hipótesis porque es la suya. Se trata sólo de una estación en el camino de búsqueda del conocimiento. Pregúntese por qué le gusta la idea. Compárela con justicia con las alternativas. Vea si puede encontrar motivos para rechazarla. Si no, lo harán otros.
• Cuantifique. Si lo que explica, sea lo que sea, tiene alguna medida, alguna cantidad numérica relacionada, será mucho más capaz de discriminar entre hipótesis en competencia. Lo que es vago y cualitativo está abierto a muchas explicaciones. Desde luego, se pueden encontrar verdades en muchos asuntos cualitativos con los que nos vemos obligados a enfrentarnos, pero encontrarlas es un desafío mucho mayor.
• Si hay una cadena de argumentación, deben funcionar todos los eslabones de la cadena (incluyendo la premisa), no sólo la mayoría.
• El rasero de Occam.  Esta conveniente regla empírica nos induce, cuando nos enfrentamos a dos hipótesis que explican datos igualmente buenos, a elegir la más simple.
• Pregúntese siempre si la hipótesis, al menos en principio, puede ser falsificada. Las proposiciones que no pueden comprobarse ni demostrarse falsas, no valen mucho. Consideremos la gran idea de que nuestro universo y todo lo que contiene es sólo una partícula elemental —un electrón, por ejemplo— en un cosmos mucho más grande. Pero si nunca podemos adquirir información de fuera de nuestro universo, ¿no es imposible refutar la idea? Ha de ser capaz de comprobar las aseveraciones. Debe dar oportunidad a escépticos inveterados de seguir su razonamiento para duplicar sus experimentos y ver si se consigue el mismo resultado”.


EL FALSACIONISMO DE K. POPPER

Karl R. Popper (1902-1994) ha sido un autor muy influyente en la filosofía del siglo XX; su obra mas destacada es La lógica de la investigación científica donde expone las tesis fundamentales del falsacionismo. Popper nació en Viena y permaneció en esta ciudad hasta que el nazismo ascendió al poder, momento en el que tuvo que emigrar a Nueva Zelanda debido a su origen judío. Durante su juventud simpatizó con movimientos políticos de izquierda que más tarde abandonaría totalmente para defender tesis liberales, cosa que le dio una gran popularidad, sobre todo a causa de sus artículos de opinión aparecidos en la prensa. Durante su etapa como profesor de física y matemáticas mantuvo cierta polémica con el Círculo de Viena, un conjunto de intelectuales neopositivistas que se reunían en la Universidad de Viena durante los años 20. Entre ellos se encontraban Rudolf Carnap, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, cuyas tesis son bastante parecidas a las inductivistas. Ellos pensaban que el único conocimiento científico posible es el empíricamente comprobado y regido por las normas de la lógica. Todo el conocimiento que no reúna estas características, como la religión o la metafísica, lo consideraban no significativo, es decir, sin sentido.
Popper siempre fue muy próximo al círculo pero nunca formo parte de él; de hecho es considerado un crítico respecto algunos de sus temas centrales, especialmente la inducción. La inducción es un procedimiento que intenta crear enunciados universales utilizando una reiteración de experiencias. El problema fundamental es que las leyes universales hacen referencia a un número infinito de sucesos, mientras que nuestras experiencias siempre serán finitas. Por lo tanto, es imposible asegurar la veracidad de un enunciado universal.
Frente a este problema, Popper intentó crear otro criterio de demarcación, es decir, un conjunto de reglas que nos permitan distinguir entre las ciencias empíricas y otra clase de actividades que podríamos denominar “sistemas metafísicos”. El falsacionismo nacerá como un intento de solucionar este problema sin utilizar la inducción.
Como he dicho, los enunciados universales contienen una cantidad infinita de información. Si digo “las masas se atraen”, estoy diciendo que todos los cuerpos con masa que existen en el universo, que han existido y que existirán, sea cual sea su posición o su estado, se atraen. Esto es imposible de verificar empíricamente porque no se puede recoger toda esta cantidad de información. Pero sí que se puede recoger una observación que entre en contradicción con ese enunciado universal: “En el lugar X y en el tiempo T se observó dos masas que no se atraían”. Si somos capaces de encontrar un enunciado simple que contradiga la ley universal, entonces, lógicamente se deduce que la ley universal es falsa. Por lo tanto es imposible asegurar la veracidad de una ley pero sí que se puede asegurar su falsedad. Este es el fundamento del falsacionismo, y Popper intentará explotar al máximo esta cuestión lógica inapelable. Según el falsacionismo, el proceder de la ciencia consiste en falsar las teorías (encontrar una observación que las contradiga) y proponer otras que resistan mejor todos los intentos de ser falsadas. Pero, para que todo esto tenga sentido, ha de ser posible encontrar un enunciado singular que sea capaz de falsar la teoría. Si una hipótesis o conjunto de hipótesis han de formar parte de la ciencia, han de ser falsables.

Los falsacionistas dicen que algunas teorías se mantienen como científicas porque no es posible falsarlas y por lo tanto no se pueden rechazar. Según Popper algunas versiones de la teoría de la historia de Marx o el psicoanálisis freudiano adolecen de este problema, para el estas teorías son lo suficientemente flexibles para explicar cualquier conducta humana o cambio histórico y que al intentar explicar demasiadas cosas, terminan por no explicar nada. Esto también le sucede a muchas otras teorías y argumentaciones, por ejemplo: la existencia de un Dios bondadoso se puede compatibilizar con los desastres naturales argumentando que estos nos han sido enviados para probarnos o para castigarnos, en función de lo que mejor se adapte a cada caso, y de esta manera hacer imposible cualquier contrastación.
Los mejores enunciados serán aquellos que afirmen muchas cosas, que digan mucho acerca del mundo y por lo tanto serán muy falsables.
Las teorías muy falsables se deben preferir, siempre y cuando no hayan sido falsadas. El objetivo de todo científico será proponer teorías mucho más falsables que las teorías vigentes e intentar refutarlas deliberadamente. De esta forma la ciencia avanza gracias al ensayo y error, es una constante búsqueda donde la falsación de una teoría importante se convierte en un gran hito porque abre las puertas a especulaciones arriesgadas y a conjeturas audaces que harán progresar la ciencia.
Una consecuencia directa de la exigencia de gran falsabilidad es la preferencia por las teorías claras y precisas en lugar de aquellas construcciones mas abstractas y con un significado general.
En resumen, podríamos decir que las tesis de Popper difieren bastante de la idea acerca de la ciencia que tenían los positivistas. Para éstos, los enunciados científicos son susceptibles a una verificación concluyente; un enunciado es cierto si supera toda una serie de pruebas muy estrictas. Para Popper nunca se podrá verificar si los enunciados son verídicos y por lo tanto la ciencia dejará de ser ese procedimiento que nos permite describir la realidad de forma correcta e inapelable. Para los falsacionistas las teorías científicas son “simples” conjeturas y suposiciones que las personas crean libremente para intentar solucionar los problemas de las teorías anteriores y proporcionan una explicación adecuada de alguno de los aspectos del Universo.
Una vez las teorías están creadas, los científicos tienen que trabajar incansablemente para intentar refutar estas teorías sometiéndolas a todo tipo de contrastaciones. Si una de ellas resulta falsada ha de ser eliminada y substituida por una mejor. Los falsacionistas no asegurarán nunca la veracidad de una teoría, pero estarán seguros que las actuales son las mejores y las mas útiles que jamás hayan existido.
Fuentes: Karl R. Popper: “La lógica de la investigación científica”  Alan F. Chalmers: “¿Que es esa cosa llamada ciencia?”

Bachelard : obstáculos epistemológicos
 Para alcanzar este grado de enriquecimiento epistemológico el nuevo espíritu científico ha de abandonar los hábitos analíticos de la experiencia que siempre ha utilizado y que en general son propios de todo espíritu pre-científico; estos hábitos Bachelard los identifica como obstáculos epistemológicos que son barreras que se oponen a la formación de un espíritu científico.
Los obstáculos epistemológicos no se refieren a los elementos externos que intervienen en el proceso del conocimiento científico, como podría ser la complejidad o la dificultad para captar el nuevo fenómeno al modo cartesiano, en el que la causa fundamental para no poder acceder al conocimiento radica en la mínima capacidad que tienen los sentidos para captar la realidad, sino a las condiciones psicológicas que impiden evolucionar al espíritu científico en formación.
Es de suma importancia entender que el espíritu cuando se presenta ante un fenómeno para intentar comprender las leyes que lo rigen y que le permiten existir, no se presenta desnudo, sino con una serie de prejuicios que no le permiten un contacto directo y cualitativo con la nueva realidad, dado que "es entonces imposible hacer, de golpe tabla rasa de los conocimientos usuales. Frente a lo real, lo que cree saberse claramente ofusca lo que debería saberse. Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu jamás es joven. Hasta es muy viejo, pues tiene la edad de sus prejuicios. Tener acceso a la ciencia es rejuvenecer espiritualmente, es aceptar una mutación brusca que ha de contradecir a un pasado.”


T. khun.   "La estructura de las revoluciones científicas":      
"La observación y la experiencia pueden y deben limitar drásticamente la gama de las creencias científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia. Pero, por sí solas, no pueden determinar un cuerpo particular de tales creencias. Un elemento aparentemente arbitrario, compuesto de incidentes personales e históricos, es siempre uno de los ingredientes de formación de las creencias sostenidas por una comunidad científica dada en un momento determinado."
"El estudio de los paradigmas es lo que prepara principalmente al estudiante para entrar a formar parte como miembro de la comunidad científica particular con la que trabajará más tarde."
"A falta de un paradigma o de algún candidato a paradigma, todos los hechos que pudieran ser pertinentes para el desarrollo de una ciencia dada tienen probabilidades de parecer igualmente importantes. Como resultado de ello, la primera reunión de hechos es una actividad mucho más fortuita que la que resulta familiar, después del desarrollo científico subsiguiente."
"No puede interpretarse ninguna historia natural sin, al menos, cierto caudal implícito de creencias metológicas y teóricas entrelazadas, que permite la selección, la evaluación y la crítica. Si este caudal de creencias no se encuentra ya implícito en la colección de hechos -en cuyo caso tendremos a mano algo más que hechos simples- deberá ser proporcionado del exterior, quizá por una metafísica corriente, por otra ciencia o por incidentes personales o históricos. Por consiguiente, no es extraño que, en las primeras etapas del desarrollo de cualquier ciencia, diferentes hombres, ante la misma gama de fenómenos -pero, habitualmente, no los mismos fenómenos particulares- los describan y los interpreten de modos diferentes. Lo que es sorprendente, y quizá también único en este grado en los campos que llamamos ciencia, es que esas divergencias iniciales puedan llegar a desaparecer en gran parte alguna vez."
"Para ser aceptada como paradigma, una teoría debe parecer mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar y, en efecto, nunca lo hace, todos los hechos que se puedan confrontar con ella."
"El surgimiento de un paradigma afecta a la estructura del grupo que practica en ese campo. En el desarrollo de una ciencia natural, cuando un individuo o un grupo produce, por primera vez, una síntesis capaz de atraer a la mayoría de los profesionales de la generación siguiente, las escuelas más antiguas desaparecen gradualmente. Su desaparición se debe, en parte, a la conversión de sus miembros al nuevo paradigma. Pero hay siempre hombres que se aferran a alguna de las viejas opiniones y, simplemente, se les excluye de la profesión que, a partir de entonces, pasa por alto sus trabajos. El nuevo paradigma implica una definición nueva y más rígida del campo."
"Cuando un científico individual puede dar por sentado un paradigma, no necesita ya, en sus trabajos principales, tratar de reconstruir completamente su campo, desde sus principios, y justificar el uso de cada concepto presentado."
"El éxito de un paradigma es al principio, en gran parte, una promesa de éxito discernible en ejemplos seleccionados y todavía incompletos. La ciencia normal consiste en la realización de esa promesa, una realización lograda mediante la ampliación del conocimiento de aquellos hechos que el paradigma muestra como particularmente reveladores, aumentando la extensión del aclopamiento entre esos hechos y las predicciones del paradigma y por medio de la articulación ulterior del paradigma mismo."
"Ninguna parte del objetivo de la ciencia normal está encaminada a provocar nuevos tipos de fenómenos; en realidad, a los fenómenos que no encajarían dentro de los límites mencionados frecuentemente ni siquiera se los ve. Tampoco tienden normalmente los científicos a descubrir nuevas teorías y a menudo se muestran intolerantes con las formuladas por otros.
Es posible que sean defectos. Por supuesto, las zonas investigadas por la ciencia normal son minúsculas; la empresa que está siendo discutida ha restringido drásticamente la visión. Pero esas restricciones, nacidas de la confianza en un paradigma, resultan esenciales para el desarrollo de una ciencia. Al enfocar la atención sobre un cuadro pequeño de problemas relativamente esotéricos, el paradigma obliga a los científicos a investigar alguna parte de la naturaleza de una manera tan detallada y profunda que sería inimaginable en otras condiciones."
"Creo que hay sólo tres focos normales para la investigación científica fáctica y no son siempre ni permanentemente, distintos. Primeramente encontramos la clase de hechos que el paradigma ha mostrado que son particularmente reveladores de la naturaleza de las cosas. (...)
Los esfuerzos por aumentar la exactitud y el alcance con que se conocen hechos como ésos, ocupan una fracción importante de la literatura de la ciencia de observación y experimentación.
Desde Tycho Brahe hasta E. O. Lawrence, algunos científicos han adquirido grandes reputaciones, no por la novedad de sus descubrimientos, sino por la precisión, la seguridad y el alcance de los métodos que desarrollaron para la redeterminación de algún tipo de hecho previamente conocido.
Una segunda clase habitual, aunque menor, de determinaciones fácticas se dirige hacia los hechos que pueden compararse directamente con predicciones de la teoría del paradigma. (...).
Una tercera clase de experimentos y observaciones agota la terea de reunión de hechos de la ciencia normal. Consiste en el trabajo empírico emprendido para articular la teoría del paradigma, resolviendo algunas de sus ambigüedades y permitiendo resolver problemas hacia los que anteriormente sólo se había llamado la atención. (...)
Estas tres clases de problemas: la determinación del hecho significativo, el acoplamiento de los hechos con la teoría y la articulación de la teoría, agotan, creo yo, la literatura de la ciencia normal, tanto empírica como teórica."
"El surgimiento de nuevas teorías es precedido generalmente por un periodo de inseguridad profesional profunda. Como podría esperarse, esta inseguridad e generada por el fracaso persistente de los enigmas de la ciencia normal para dar los resultados apetecidos. El fracaso de las reglas existentes es el que sirve de preludio a la búsqueda de otras nuevas."
"Supongamos entonces que las crisis son una condición previa y necesaria para el nacimiento de nuevas teorías y preguntémonos después cómo responden los científicos a su existecia.
Aun cuando pueden comenzar a perder su fe y, a continuación a tomar en consideración otras alternativas, no renuncian al paradigma que los ha conducido a la crisis."
"La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir una nueva tradición de ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo paradigma. Es más bien una reconstrucción del campo, a partir de nuevos fuendamentos, reconstrucción que cambia alguna de las generalizaciones teóricas más elementales del campo, así como también muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma.
Cuando la transición es completa, la profesión habrá modificado su visión del campo, sus métodos y sus metas."
"Casi siempre, los hombres que realizan esos inventos fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes o muy noveles en el campo cuyo paradigma cambian.
Se trata de hombres que, al no estar comprometidos con las reglas tradicionales de la ciencia normal debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante y de concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas.
La transición consiguiente a un nuevo paradigma es la revolución científica."
"No hay ninguna norma más elevada que la aceptación de la comunidad pertinente. Para descubrir cómo se llevan a cabo las revoluciones científicas, tendremos, por consiguiente, que examinar no sólo el efecto de la naturaleza y la lógica, sino también las técnicas de argumentación persuasiva, efectivas dentro de los grupos muy especiales que constituyen la comunidad de científicos.
Para descubrir por qué la cuestión de la elección de paradigma no puede resolverse nunca de manera inequívoca sólo mediante la lógica y la experimentación, debemos examinar brevemente la naturaleza de las diferencias que separan a los partidarios de un paradigma tradicional de sus sucesores revolucionarios."
"La tradición científica normal que surge de una revolución científica es no sólo incompatible sino también a menudo incomparable con la que existía con anterioridad."

J HABERMAS CIENCIA Y TECNICA COMO IDEOLOGÍA (LEER HASTA PUNTO 2)


ESTHER DÍAZ CIENCIA VERDA Y PODER 

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U4 PSICOLOGÍA

S. FREUD PSICOANÁLISIS 
CINCO CONFERENCIAS SOBRE PSICOANÁLISIS DE FREUD.
                                                                         
                                                               I

El nacimiento del psicoanálisis es mérito del doctor Josef Breuer quien  aplicó por primera vez ese procedimiento a una joven mujer afectada de histeria (desde 1880 hasta 1882).
La paciente del doctor Breuer, una muchacha de veintiún años, intelectualmente muy dotada, desarrolló en el trayecto de su enfermedad, una serie de perturbaciones corporales y anímicas merecedoras de tomarse con toda seriedad. Sufrió una parálisis con rigidez de las dos extremidades del lado derecho, que permanecían insensibles, y a veces esta misma afección en los miembros del lado izquierdo; perturbaciones en los movimientos oculares y múltiples deficiencias en la visión, dificultades para sostener la cabeza, una intensa crisis nerviosa, asco frente a los alimentos y en una ocasión, durante varias semanas, incapacidad para beber no obstante una sed martirizadora; además, disminución de la capacidad de hablar, al punto de no poder expresarse o no comprender su lengua materna, y, por último, estados de ausencia, confusión, delirio y alteración de su personalidad.
Ella contrajo su enfermedad mientras cuidaba a su padre, tiernamente amado, de una grave dolencia que lo llevó a la tumba, y a raíz de sus propios males debió dejar de prestarle esos auxilios. El doctor Breuer   le brindó su simpatía e interés, aunque al comienzo no sabía cómo asistirla.
Se había notado que   en sus estados de ausencia, de alteración psíquica con confusión, la enferma solía murmurar entre sí algunas palabras que parecían provenir de unos nexos en que se ocupase su pensamiento. Entonces el médico la ponía en una suerte de hipnosis y en cada ocasión se las repetía a fin de moverla a que las retomase. Así comenzaba a hacerlo la enferma, y de ese modo reproducía ante el médico las creaciones psíquicas que la gobernaban durante las ausencias y se habían traslucido en esas pocas palabras inconexas. Eran fantasías tristísimas que por lo común tomaban como punto de partida la situación de una muchacha ante el lecho de enfermo de su padre. Toda vez que contaba cierto número de esas fantasías, quedaba como liberada y se veía reconducida a la vida anímica normal. Ese bienestar, que duraba varias horas, daba paso al siguiente día a una nueva ausencia, vuelta a cancelar de igual modo mediante la enunciación de las fantasías recién formadas. No era posible sustraerse a la impresión de que la alteración psíquica exteriorizada en las ausencias era resultado del estímulo procedente de estas formaciones de fantasía, plenas de afecto en grado sumo. La paciente misma, que en la época de su enfermedad, asombrosamente, sólo hablaba y comprendía el inglés, bautizó a este novedoso tratamiento como «talking cure» {«cura de conversación»} o lo definía en broma como «chimney-sweeping» {«limpieza de chimenea»}. Pronto se descubrió como por azar que mediante ese deshollinamiento del alma podía obtenerse algo más que una eliminación pasajera de perturbaciones anímicas siempre recurrentes. También se conseguía hacer desaparecer los síntomas patológicos cuando en la hipnosis se recordaba, con exteriorización de afectos, la ocasión y el asunto a raíz del cual esos síntomas se habían presentado por primera vez. "En el verano hubo un período de intenso calor, y la paciente sufrió mucha sed; entonces, y sin que pudiera indicar razón alguna, de pronto se le volvió imposible beber. Tomaba en su mano el ansiado vaso de agua, pero tan pronto lo tocaban sus labios, lo arrojaba de sí como si fuera una hidrofóbica. Era evidente que durante esos segundos caía en estado de ausencia. Sólo vivía a fuerza de frutas, melones, etc. Cuando esta situación llevaba ya unas seis semanas, se puso a razonar en estado de hipnosis acerca de su dama de compañía inglesa, a quien no amaba, y refirió entonces con todos los signos de la repugnancia cómo había ido a su habitación, y ahí vio a su perrito, ese asqueroso animal, beber de un vaso. Ella no dijo nada pues quería ser cortés. Tras dar todavía enérgica expresión a ese enojo que se le había quedado atascado, pidió de beber, tomó sin inhibición una gran cantidad de agua y despertó de la hipnosis con el vaso en los labios. Con ello la perturbación desaparecía para siempre».
Hasta entonces nadie había eliminado un síntoma histérico por esa vía, ni penetrado tan hondo en la inteligencia de su causación. Breuer no ahorró esfuerzos para convencerse de ello, y pasó a investigar de manera planificada la patogénesis de los otros síntomas, más graves. Y así era, casi todos los síntomas habían nacido como unos restos de vivencias plenas de afecto a las que por eso hemos llamado después "traumas psíquicos»; y su particularidad se esclarecía por la referencia a la escena traumática que los causó. La que dejaba como secuela al síntoma no siempre era una vivencia única; las más de las veces habían concurrido a ese efecto repetidos y numerosos traumas, a menudo muchísimos de un mismo tipo.
Todas las impresiones patógenas  de Anna venían de la época en que participó en el cuidado de su padre enfermo.
Años después Freud empezó a aplicar el método de indagación y tratamiento de Breuer a sus propios pacientes, hizo experiencias que coincidían en un todo con las de él. Afirmaba que nuestros enfermos de histeria padecen de reminiscencias. Sus síntomas son restos y símbolos mnémicos de ciertas vivencias (traumáticas).
Una  observación de Breuer nos fuerza  a conceder una significatividad considerable a los estados de conciencia entre los rasgos característicos del acontecer patológico.
Donde existe un síntoma, se encuentra también una amnesia, una laguna del recuerdo; y el llenado de esa laguna conlleva la cancelación de las condiciones generadoras del síntoma.

II

Por la misma época en que Breuer ejercía con su paciente la «tallúng cure», el maestro Charcot había iniciado en París aquellas indagaciones sobre las histéricas de la Salpétriere que darían por resultado una comprensión novedosa de la enfermedad.
El francés no se inclinaba a las concepciones psicológicas; sólo su discípulo Pierre Janet intentó penetrar con mayor profundidad en los particulares procesos psíquicos de la histeria. Según él, la histeria es una forma de la alteración degenerativa del sistema nervioso que se da a conocer mediante una endeblez innata de la síntesis psíquica. Sostiene que los enfermos de histeria son desde el comienzo incapaces de cohesionar en una unidad la diversidad de los procesos anímicos, y por eso se inclinan a la disociación anímica. Janet recuerda a una débil señora que ha salido de compras y vuelve a casa cargada con una montaña de cajas y paquetes. Sus dos brazos y los diez dedos de las manos no le bastan para dominar todo el cúmulo y entonces se le cae primero un paquete. Se agacha para recogerlo, y ahora es otro el que se le escapa, etc. No armoniza bien con esa supuesta endeblez anímica de las histéricas el hecho de que entre ellas puede observarse, junto a los fenómenos de un rendimiento disminuido, también ejemplos de un incremento parcial de su productividad, como a modo de un resarcimiento.
El tratamiento catártico, como lo había ejercitado Breuer, implicaba poner al enfermo en estado de hipnosis profunda, pues sólo en el estado hipnótico hallaba este la noticia de aquellos nexos patógenos, noticia que le faltaba en su estado normal. Pero a Freud comenzó a desagradarle la hipnosis como un recurso tornadizo y por así decir místico y resolvió resignar la hipnosis e independizar de ella al tratamiento catártico. Puesto que no podía alterar a voluntad el estado psíquico de la mayoría de sus pacientes, comenzó a trabajar con su estado normal. Cuando había llegado con ellos a un punto en que aseveraban no saber nada más, les aseguraba que empero lo sabían, que sólo debían decirlo y se atrevía a sostenerles que el recuerdo justo sería el que les acudiese en el momento en que él les pusiese su mano sobre su frente. De esa manera conseguía, sin emplear la hipnosis, averiguar de los enfermos todo lo requerido para restablecer el nexo entre las escenas patógenas olvidadas y los síntomas que estas habían dejado como secuela. Pero era un procedimiento trabajoso, agotador a la larga, que no podía ser el apropiado para una técnica definitiva. Así Freud había corroborado que los recuerdos olvidados no estaban perdidos.
Se encontraban en posesión del enfermo y prontos a aflorar en asociación con lo todavía sabido por él, pero alguna fuerza les impedía devenir conscientes y los constreñía a permanecer inconscientes. Era posible suponer con certeza la existencia de esa fuerza, pues uno registraba un esfuerzo correspondiente a ella cuando se empeñaba, oponiéndosele, en introducir los recuerdos inconscientes en la conciencia del enfermo. Uno sentía como resistencia del enfermo esa fuerza que mantenía en pie al estado patológico. Ahora bien, sobre esa idea de la resistencia he fundado mi concepción de los procesos psíquicos de la histeria. Cancelar esas resistencias se había demostrado necesario para el restablecimiento; y ahora, a partir del mecanismo de la curación, uno podía formarse representaciones muy precisas acerca de lo acontecido al contraerse la enfermedad. Las mismas fuerzas que hoy, como resistencia, se oponían al empeño de hacer consciente lo olvidado tenían que ser las que en su momento produjeron ese olvido y esforzaron afuera de la conciencia las vivencias patógenas en cuestión. Freud llamó represión a este proceso, y lo consideró probado por la indiscutible existencia de la resistencia. La inconciliabilidad de esa representación con el yo del enfermo era el motivo de la represión; y las fuerzas represoras eran los reclamos éticos, y otros del individuo. La aceptación de la moción de deseo inconciliable, o la persistencia del conflicto, habrían provocado un alto grado de displacer; este displacer era ahorrado por la represión, que de esa manera probaba ser uno de los dispositivos protectores de la personalidad anímica.
La situación del conflicto psíquico es sin duda frecuentísima; un afán del yo por defenderse de recuerdos penosos se observa con total regularidad, y ello sin que el resultado sea una escisión anímica. Uno no puede rechazar la idea de que hacen falta todavía otras condiciones para que el conflicto tenga por consecuencia la disociación.
Mediante la indagación de los histéricos y otros neuróticos llegamos a convencernos de que en ellos ha fracasado la represión de la idea entramada con el deseo insoportable. Es cierto que la han pulsionado afuera de la conciencia y del recuerdo, ahorrándose en apariencia una gran suma de displacer, pero la moción de deseo reprimida perdura en lo inconsciente, al acecho de la oportunidad de ser activada; y luego se las arregla para enviar dentro de la conciencia una formación sustitutiva, desfigurada y vuelta irreconocible, de lo reprimido, a la que pronto se anudan las mismas sensaciones de displacer que uno creyó ahorrarse mediante la represión. Esa formación sustitutiva de la idea reprimida es inmune a los ataques del yo defensor, y en vez de un breve conflicto surge ahora un padecer sin término en el tiempo. En el síntoma cabe comprobar, junto a los indicios de la desfiguración, un resto de semejanza, procurada de alguna manera, con la idea originariamente reprimida; los caminos por los cuales se consumó la formación sustitutiva pueden descubrirse en el curso del tratamiento psicoanalítico del enfermo, y para su restablecimiento es necesario que el síntoma sea trasportado de nuevo por esos mismos caminos hasta la idea reprimida. Si lo reprimido es devuelto a la actividad anímica consciente, lo cual presupone la superación de considerables resistencias, el conflicto psíquico así generado y que el enfermo quiso evitar puede hallar, con la guía del médico, un desenlace mejor que el que le procuró la represión. De tales tramitaciones adecuadas al fin, que llevan conflicto y neurosis a un feliz término, las hay varias, y en algunos casos es posible alcanzarlas combinadas entre sí. La personalidad del enfermo puede ser convencida de que rechazó el deseo patógeno sin razón y movida a aceptarlo total o parcialmente, o este mismo deseo ser guiado hacia una meta superior y por eso exenta de objeción (Jo que se llama su Sublimación), o bien admitirse que su desestimación es justa, pero sustituirse el mecanismo automático y por eso deficiente de la represión por un juicio adverso  con ayuda de las supremas operaciones espirituales del ser humano: así se logra su gobierno consciente. 

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III

En esta conferencia Freud dice que tiene que aceptar que se equivocó en la anterior pues si renuncia a la hipnosis, no siempre el paciente recuerda lo olvidado tras un simple esforzar de su parte.
Si uno seguía aplicando el procedimiento, en todos los casos acudían ocurrencias que no podían ser las pertinentes porque no venían a propósito y los propios enfermos las desestimaban por incorrectas. Aquí el esforzar ya no servía de ayuda, y cabía lamentarse de haber resignado la hipnosis.
 En los enfermos bajo tratamiento ejercían su acción eficaz dos fuerzas encontradas: por una parte, su afán consciente de traer a la conciencia lo olvidado presente en su inconsciente, y, por la otra, la consabida resistencia que se revolvía contra ese devenir-consciente de lo reprimido o de sus retoños. Si la resistencia era igual a cero o muy pequeña, lo olvidado devenía consciente sin desfiguración; cabía entonces suponer que la desfiguración de lo buscado resultaría tanto mayor cuanto más grande fuera la resistencia a su devenir consciente. Por ende, la ocurrencia del enfermo, que acudía en vez de lo buscado, había nacido ella misma como un síntoma; era una nueva, artificiosa y efímera formación sustitutiva de lo reprimido, y tanto más desemejante a esto cuanto mayor desfiguración hubiera experimentado bajo el influjo de la resistencia. Empero, dada su naturaleza de síntoma, por fuerza mostraría cierta semejanza con lo buscado y, si la resistencia no era demasiado intensa, debía ser posible colegir, desde la ocurrencia, lo buscado escondido.
Es adecuado llamar «complejo», a un grupo de elementos de representación investidos de afecto. Si para buscar un complejo reprimido partimos en cierto enfermo de lo último que aún recuerda, tenemos todas las perspectivas de colegirlo siempre que él ponga a nuestra disposición un número suficiente de sus ocurrencias libres. Dejamos entonces al enfermo decir lo que quiere, y nos atenemos a la premisa de que no puede ocurrírsele otra cosa que lo que de manera indirecta dependa del complejo buscado.
La interpretación de los sueños es en realidad la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente, el fundamento más seguro del psicoanálisis y el ámbito en el cual todo trabajador debe obtener su convencimiento y su formación.
No todos los sueños son para el soñante ajenos, incomprensibles y confusos. Si se someten a examen los sueños de niños de corta edad, desde un año y medio en adelante, los hallarán por entero simples y de fácil esclarecimiento. El niño pequeño sueña siempre con el cumplimiento de deseos que el día anterior le despertó y no le satisfizo. No hace falta ningún arte interpretativo para hallar esta solución simple, sino solamente averiguar las vivencias que el niño tuvo la víspera (el día del sueño). Sin duda, obtendríamos la solución más satisfactoria del enigma del sueño si también los sueños de los adultos no fueran otra cosa que los de los niños, unos cumplimientos de mociones de deseo nacidas el día del sueño. Y así es efectivamente; las dificultades que estorban esta solución pueden eliminarse paso a paso por medio de un análisis más penetrante de los sueños. Entre ellas sobresale la primera y más importante objeción, a saber, que los sueños de adultos suelen poseer un contenido incomprensible, que en modo alguno permite discernir nada de un cumplimiento de deseo. Estos sueños han experimentado una desfiguración; el proceso psíquico que está en su base habría debido hallar originariamente una muy diversa expresión en palabras. Debe diferenciarse el contenido manifiesto del sueño, tal como se recuerda de manera nebulosa por la mañana y trabajosamente visten con unas palabras al parecer arbitrarias, de los pensamientos oníricos latentes cuya presencia en lo inconsciente han de suponer. Esta desfiguración onírica es el mismo proceso del que han tomado conocimiento al indagar la formación de síntomas histéricos; señala el hecho de que idéntico juego contrario de las fuerzas anímicas participa en la formación del sueño y en la del síntoma. El contenido manifiesto del sueño es el sustituto desfigurado de los pensamientos oníricos inconscientes, y esta desfiguración es la obra de unas fuerzas defensoras del yo, unas resistencias que en la vida de vigilia prohíben a los deseos reprimidos de lo inconsciente todo acceso a la conciencia, y que aún en su rebajamiento durante el estado del dormir conservan al menos la fuerza suficiente para obligarlos a adoptar un disfraz encubridor. Luego el soñante no discierne el sentido de sus sueños más que el histérico la referencia y el significado de sus síntomas.
En el análisis de los sueños se descubre el papel insospechadamente grande que en el desarrollo del ser humano desempeñan impresiones y vivencias de la temprana infancia. En la vida onírica el niño por así decir prosigue su existencia en el hombre, conservando todas sus peculiaridades y mociones de deseo, aun aquellas que han devenido inutilizables en la vida posterior. En el análisis de los sueños lo inconsciente se sirve, en particular para la figuración de complejos sexuales, de un cierto simbolismo que en parte varía con los individuos pero en parte es de una fijeza típica, y parece coincidir con el simbolismo que conjeturamos tras nuestros mitos y cuentos tradicionales. No sería imposible que estas creaciones de los pueblos recibieran su esclarecimiento desde el sueño. La interpretación de los sueños, cuando no es demasiado estorbada por las resistencias del enfermo, lleva al conocimiento de sus deseos ocultos y reprimidos, así como de los complejos que estos alimentan.

IV

El trabajo de análisis requerido para el radical esclarecimiento y la curación definitiva de un caso clínico nunca se detiene en las vivencias de la época en que se contrajo la enfermedad, sino que se remonta siempre hasta la pubertad y la primera infancia del enfermo, para tropezar, sólo allí, con las impresiones y sucesos que comandaron la posterior contracción de la enfermedad. Únicamente las vivencias de la infancia explican la susceptibilidad para posteriores traumas, y sólo descubriendo y haciendo conscientes estas huellas mnémicas por lo común olvidadas conseguimos el poder para eliminar los síntomas. Llegamos aquí al mismo resultado que en la exploración de los sueños, a saber, que las reprimidas, imperecederas mociones de deseo de la infancia son las que han prestado su poder a la formación de síntoma, sin lo cual la reacción frente a traumas posteriores habría discurrido por caminos normales. Podemos calificar de sexuales a todas esas poderosas mociones de deseo de la infancia.
El niño tiene sus pulsiones y quehaceres sexuales desde el comienzo mismo, los trae consigo al mundo, y desde ahí, a través de un significativo desarrollo, rico en etapas, surge la llamada sexualidad normal del adulto.
La pulsión sexual del niño prueba ser en extremo compuesta, admite una descomposición en muchos elementos que provienen de diversas fuentes. Sobre todo, es aún independiente de la función de la reproducción, a cuyo servicio se pondrá más tarde. Obedece a la ganancia de diversas clases de sensación placentera, que, de acuerdo con ciertas analogías y nexos, reunimos bajo el título de placer sexual. La principal fuente del placer sexual infantil es la apropiada excitación de ciertos lugares del cuerpo particularmente estimulables : además de los genitales, las aberturas de la boca, el ano y la uretra, pero también la piel y otras superficies sensibles. Como en esta primera fase de la vida sexual infantilla satisfacción se halla en el cuerpo propio y prescinde de un objeto ajeno, la llamamos la fase del autoerotismo. Y denominamos «zonas erógenasn a todos los lugares significativos para la ganancia de placer sexual. El chupetear o mamar con fruición de los pequeñitos es un buen ejemplo de una satisfacción autoerótica de esa índole, proveniente de una zona erógena. Junto a estos y otros quehaceres autoeróticos, desde muy temprano se exteriorizan en el niño aquellos componentes pulsionales del placer sexual o de la libido. La diferencia de los sexos no desempeña todavía, en este período infantil, ningún papel decisivo; así, pueden ustedes atribuir a todo niño, sin hacerle injusticia, una cierta dotación homosexual.
 Esta vida sexual del niño, abigarrada. rica, pero disociada, en que cada una de las pulsiones se procura su placer con independencia de todas las otras, experimenta una síntesis y una organización siguiendo dos direcciones principales, de suerte que al concluir la época de la pubertad las más de las veces queda listo, plasmado, el carácter sexual definitivo del individuo. El niño toma a ambos miembros de la pareja parental, y sobre todo a uno de ellos, como objeto de sus deseos eróticos. Por lo común obedece en ello a una incitación de los padres mismos, cuya ternura presenta los más nítidos caracteres de un quehacer sexual si bien inhibido en sus metas. El padre prefiere por regla general a la hija, y la madre, al hijo varón; el niño reacciona a ello deseando, el hijo, reemplazar al padre, y la hija, a la madre.
Es inevitable y enteramente normal que el niño convierta a sus progenitores en objetos de su primera elección amorosa. Pero su libido no debe permanecer fijada a esos objetos primeros, sino tomarlos luego como unos meros arquetipos y deslizarse hacia personas ajenas en la época de la elección definitiva de objeto.



V

Los seres humanos enferman cuando a consecuencia de obstáculos externos o de un defecto interno de adaptación se les deniega la satisfacción de sus necesidades eróticas en la realidad. Luego se refugian en la enfermedad para hallar con su auxilio una satisfacción sustitutiva de lo denegado. La resistencia de nuestros enfermos a la curación no es simple, sino compuesta de varios motivos. No sólo el yo del enfermo se muestra renuente a resignar las represiones (esfuerzos de suplantación) mediante las cuales ha escapado a sus disposiciones originarias, sino que tampoco las pulsiones sexuales quieren renunciar a su satisfacción sustitutiva mientras sea incierto que la realidad les ofrezca algo mejor. La huida desde la realidad insatisfactoria a lo que nosotros llamamos enfermedad a causa de su nocividad biológica, pero que nunca deja de aportar al enfermo una ganancia inmediata de placer, se consuma por la vía de la involución (regresión), el regreso a fases anteriores de la vida sexual que en su momento no carecieron de satisfacción. Esta regresión es al parecer doble: temporal, pues la libido, la necesidad erótica, retrocede a estadios de desarrollo anteriores en el tiempo, y formal, pues para exteriorizar esa necesidad se emplean los medios originarios y primitivos de expresión psíquica. Ahora bien, ambas clases de regresión apuntan a la infancia y se conjugan para producir un estado infantil de la vida sexual.
Siempre que tratamos psicoanalíticamente a un neurótico, le sobreviene el extraño fenómeno de la llamada trasferencia, es decir, vuelca sobre el médico un exceso de mociones tiernas, contaminadas hartas veces de hostilidad, y que no se fundan en ningún vínculo real; todos los detalles de su emergencia nos fuerzan a derivarlas de los antiguos deseos fantaseados del enfermo, devenidos inconscientes. Entonces, revive en sus relaciones con el médico aquella parte de su vida de sentimientos que él ya no puede evocar en el recuerdo, y sólo reviviéndola así en la "trasferencia» se convence de la existencia y del poder de esas mociones sexuales inconscientes.
El deseo inconsciente es  insuceptibIe  de influencia e independiente de cualquier aspiración contraria, en tanto que el deseo consciente resulta inhibido por todo cuanto es igualmente consciente y lo contraría.
 Los destinos de los deseos inconscientes  liberados por el psicoanálisis son varios. Lo más frecuente es que ya durante el trabajo sean consumidos por la actividad anímica correcta de las mociones mejores que se les contraponen. La represión es sustituida por un juicio adverso llevado a cabo con los mejores medios. Ello es posible porque en buena parte sólo tenemos que eliminar consecuencias de estadios más tempranos de desarrollo del yo. El individuo produjo en su momento una represión de la pulsión inutilizable sólo porque en esa época él mismo era muy endeble y su organización muy imperfecta; con su madurez y fortaleza actuales quizá pueda gobernar de manera intachable lo que le es hostil. Un segundo desenlace del trabajo psicoanalítico es poder aportarles a las pulsiones inconscientes descubiertas aquella aplicación acorde a fines que ya habrían debido hallar antes si el desarrollo no estuviera perturbado. El desarraigo de las mociones infantiles de deseo en modo alguno constituye la meta ideal del desarrollo. Mediante sus represiones, el neurótico ha mermado muchas fuentes ele energía anímica, cuyos aportes habrían sido muy valiosos para su formación de carácter y quehacer en la vida. Mediante la sublimación la energía de mociones infantiles de deseo no es bloqueada, sino que permanece aplicable si a las mociones singulares se les pone, en lugar de la meta inutilizable, una superior, que eventualmente ya no es sexual. Y son los componentes de la pulsión sexual los que se destacan en particular por esa aptitud para la sublimación, para permutar su meta sexual por una más distante y socialmente más valiosa. Es probable que a los aportes de energía ganados de esa manera para nuestras operaciones anímicas debamos los máximos logros culturales. Una represión sobrevenida temprano excluye la sublimación de la pulsión reprimida; cancelada la represión, vuelve a quedar expedito el camino para la sublimación.
No podemos dejar de considerar también el tercero de los desenlaces del trabajo psicoanalítico.  Cierta parte de las mociones libidinosas reprimidas tienen derecho a una satisfacción directa y deben hallarla en la vida. Nuestras exigencias culturales hacen demasiado difícil la vida para la mayoría de las organizaciones humanas, y así promueven el extrañamiento de la realidad y la génesis de las neurosis sin conseguir un superávit de ganancia cultural a cambio de ese exceso de represión sexual.


Características del aparato psíquico en la segunda tópica.
La segunda tópica freudiana consiste en el modelo estructural del aparato psíquico regido por las instancias del ello, yo y superyó.
El Ello es el representante de nuestros impulsos, necesidades y deseos más elementales. Opera de acuerdo con el principio de placer y desconoce las demandas de la realidad. Es la parte primitiva, desorganizada de la personalidad, cuyo único propósito es reducir la tención creadas por pulsiones primitivas relacionadas por el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales. Este representa la necesidad básica del ser de cubrir sus necesidades fisiológicas inmediatamente y sin considerar las consecuencias.
Para Freud, la mayor parte del Ello es desconocida e inconsciente. En primer lugar reserva la energía psíquica. La imperiosa necesitad de la satisfacción pulsional rige el curso de sus procesos. Sus contenidos inconscientes son de diferentes orígenes, se trata de tendencias hereditarias, determinaciones innatas, exigencias somáticas y de adquisiciones como lo que proviene de la represión.
El Ello tiene una relación estrecha y conflictiva con el Yo y el Superyó.
El Superyó es la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la “consciencia moral” y el ideal del Yo. La “conciencia moral” se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche, basándose en lo que está bien o mal en la cultura y sociedad en la que vivimos. El ideal del yo es la imagen de uno mismo ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.
El Superyó es una instancia que no está presente desde el principio de la vida del sujeto, sino que surge a consecuencia de la internalización y resolución del complejo de Edipo.
El Yo tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello con el mundo exterior, a la vez conciliándose con las exigencias del Superyó. El yo evoluciona según la edad y las distintas exigencias del Ello actuando como un intermediario contra el mundo externo. El Yo sigue el principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del Ello de una manera apropiada. Utiliza razonamientos realistas característicos de los procesos secundarios que se podrían originar. Como ejecutor de la personalidad, el Yo tiene que mediar entre las tres fuerzas que le exigen; el mundo de la realidad, el Ello y el Superyó, el Yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada. Es un sistema de funciones psíquicas tales como el examen de realidad, defensa psíquica, funciones cognitivas e intelectuales. Es la entidad que actúa como regulador entre las demandas del Ello y del Superyó.


La diferencia entre la primera y segunda tópica es que la segunda es una modificación que Freud hace de su concepción del psiquismo.
En cuanto a la primera tópica estaba conformada por consciente, pre-consciente e inconsciente. El consciente es la facultad que nos permite conocer nuestra realidad y pensar sobre ella, solo podemos ser conscientes mediante lo que percibimos con nuestros cinco sentidos, de lo que hemos aprendido y lo que recordamos, el Pre-consciente es todo aquello que es susceptible de volverse consciente pero no lo es en el momento, consta de recuerdos almacenados en la mente que se pueden recordar fácilmente sobre todo por asociación de ideas,  y el Inconsciente se encuentra aislado a través de la resistencia  y la represión, formado por recuerdos que pueden influir en el pensamiento y en la conducta pero no se pueden recordar excepto en circunstancias especiales como en sueños, estados hipnóticos o asociaciones libres.
Y la segunda tópica es la que mencione anteriormente, de aquí puedo desprender la idea de que la mayor diferencia entre la primera y la segunda tópica es que el Yo y el Superyó tienen aspectos subconscientes y el Yo presenta mecanismos de defensa inconsciente.

Biografía de Freud   biografía de freud 
Lasi ideas de S. Freud (Darin Mc Nabb)   Las ideas de Sigmund Freud 



EL CONDUCTISMO   WATSON Y EL PEQUEÑO ALBERT 

El conductismo (Prof.Silvia Adano) Ver capítulo 2 pág 33 

  





  




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